domingo, 12 de mayo de 2013

Una misión espacial para desviar un asteroide peligroso estaría lista en diez años.




A primera vista, poca gente incluiría los asteroides como potenciales desastres naturales. Y, si lo son, pensarán muchos, es algo que ocurre tan de tarde en tarde...... Hasta que un día, el 15 de febrero de 2013, por ejemplo, una roca de unos 17 metros entra inesperadamente en la atmósfera terrestre, estalla en el cielo y provoca centenares de heridos en la ciudad rusa de Cheliabinsk. Precisamente el mismo día pasa muy cerca del planeta otro cuerpo celeste, ese sí vigilado y conocido. La probabilidad de tal coincidencia es ínfima, pero ahí esta. “El de Cheliabinsk era peligroso, aunque nadie muriera, y lo habría sido aún más si hubiera entrado con un ángulo mayor”, explica el experto mundial Clark R. Chapman, científico del Southwest Research Institute (Boulder, EE UU).

¿Se puede hacer algo frente a esta amenaza que viene del cielo? Casi medio centenar de expertos de todo el mundo se han reunido esta semana en Madrid en unas jornadas de trabajo para preparar una hoja de ruta de medidas a tomar ante el peligro l de los Objetos Cercanos a la Tierra (NEO, en sus sigas en inglés). Su lista de medidas, tras dos días de debates, demuestra que se puede proteger el planeta y sus habitantes, incluso desviando la trayectoria de estos cuerpos del Sistema Solar, lanzándoles un proyectil, explotando una bomba en su superficie, o apartándolo poco a poco con un haz iónico. No se descarta utilizar un misil o una explosión nuclear, aunque se trata de tecnologías militares de difícil acceso, reconocen los expertos. Hay planes y, al menos, un prototipo podría estar listo en menos de una década.

El disparo de un misil nuclear es difícil al tratarse de tecnología militar
“Conocemos ya el 90% de los NEO de diámetro superior a un kilómetro, son un millar y ninguno es peligroso por su trayectoria; pero solo conocemos el 20% de los mayores de 150 metros, y de los de unos 30 metros, que pueden ser muy peligrosos, solo conocemos el 1%”, explicó Gerhard Drolshagen, responsable del programa de NEO de la Agencia Europea del Espacio (ESA), organizadora de la reunión de Madrid junto con la empresa espacial Elecnor-Deimos como anfitriona.
“El impacto de un NEO es un desastre natural que puede ser anticipado y evitado, a diferencia de los terremotos y las erupciones volcánicas”, recalcó el alemán Christian Gritzner. Ante un asteroide que lleve trayectoria de colisión con nuestro planeta, señaló, caben dos tipos de respuesta: aceptación del impacto o no aceptación. En el primer caso hay que estar preparados para dar la alerta y evacuar la zona, como se hace con los huracanes. Pero para objetos muy peligrosos, se pueden desarrollar estrategias de desvío de su curso o de destrucción en el espacio. Todo depende, dijo, del tiempo con que se cuente para tomar medidas, del tipo de NEO, de la órbita y velocidad que lleve... y de la tecnología disponible para cambiar su rumbo.



Fuente: Deimos Space.

El plan más factible es disparar un proyectil contra el asteroide, o explotar una bomba en él para modificar su velocidad y desviarlo, dijo Keith Holsable, científico de la Universidad de Washington, recalcando que, por ahora, “las incertidumbres sobre esos métodos están más en la respuesta del objeto al impacto que en los métodos para deflactarlo”.

El lanzamiento al espacio de un proyectil de algunas toneladas —dirigiéndolo hacia asteroide peligroso— es un reto asumible con la tecnología actual, coincidieron los especialistas. De hecho, la ESA tiene congelado un proyecto (Don Quijote) de Deimos que sería un prototipo de esa estrategia de desvío, con el añadido de una nave de observación que se acerque al blanco antes y después del impacto para estudiar el efecto. De momento, explicó Andrés Gálvez, director del programa de Estudios Generales de la ESA, “preparamos la misión Aida, con la NASA, en la que ellos hacen el impactador y nosotros la nave de observación”. El objetivo será un asteroide binario Didymos, de unos 150 metros de diámetro, y se haría en 2022 con un coste de unos 120 millones de euros por parte de la ESA y otros tantos de EE UU.

Pero no se trata solo de diseñar y lanzar los artefactos espaciales. Los especialistas dedicaron buena parte de la reunión en Madrid a debatir los parámetros que condicionarían el éxito de una misión de este tipo, como la forma del NEO, su masa, si es poroso o compacto, su rotación, etcétera. Para tener éxito en tal disparo hay que calcular todo muy bien, incluido el efecto de los fragmentos que se pueden originar.

Un objeto como el que estalló sobre Cheliabinsk podría ser de alto riesgo
“El método más adecuado para desviar un asteroide en curso de colisión con la Tierra, depende de su tamaño y de cuánto tiempo de antelación disponemos”, señaló Miguel Belló Mora, director de Elecnor-Deimos. “Para NEO muy grandes, de más de un kilómetro, el método más eficaz es usar una explosión nuclear, pero la probabilidad de una colisión de un objeto así con la Tierra es muy remota”, dijo este ingeniero aeronáutico. “Para la inmensa mayoría de los casos de posible colisión con riesgo (asteroides de entre 100 metros y un kilómetro), el método más eficaz es el impacto cinético, cuyo mejor ejemplo es el Don Quijote. En el caso de asteroides pequeños o de que dispongamos de muchos años para hacer el desvío, se podrían usar otros métodos como el tractor gravitacional o el chorro de iones”.

Sobre las explosiones, los expertos abordaron incertidumbres como, por ejemplo, si sería mejor provocarlas desde una cierta distancia, o enviar una sonda automática de descenso a la superficie del asteroide, perforar un agujero, colocar la carga y explotarla. Lo segundo supone una complicación técnica notable, advirtió Holsapple. El tractor gravitacional consistiría en situar cerca del asteroide una masa suficiente como para, por efecto gravitatorio, desplazar el NEO. En cuanto al chorro de iones, Claudio Bombardelli, de la Universidad Politécnica de Madrid, explicó la idea: situar a una cierta distancia del NEO un motor que emita un chorro de plasma y, sin tocarlo, irlo desplazando poco a poco. Este método (como el del tractor gravitatorio) sería lento, así que cabría aplicarlo en objetos que se viesen venir con antelación de varios años.

Con un chorro de antimateria se convertiría el objeto celeste en energía
Hay más ideas, varias de ellas muy atrevidas. A Juan L. Cano, ingeniero de Elecnor-Deimos, le tocó describir al menos una docena de sugerencias lanzadas en este mundillo de expertos en asteroides para apartarlos o destruirlos. Enganchar un sistema de propulsión al NEO para que se desplace; o ponerle una vela solar; dispararle con un láser para volatizar material del propio NEO y así moverlo; utilizar un asteroide pequeño como proyectil lanzándolo contra otro más grande; pintar el NEO para provocar alteraciones de la absorción de energía solar y acelerarlo, o incluso atacarlo con un cañón de antimateria para transformar el objeto en energía, son algunos de esos métodos alternativos y, al parecer, aún lejanos.

De regreso a la realidad más próxima, en forma de hoja de ruta para afrontar el peligro de los asteroides, Drolshagen resumió: “Primero hay que encontrarlos; segundo, hay que calcular la órbita de cada uno y, si alguno de puede acercarse a la Tierra, hay que estudiarlo detalladamente y ver si puede colisionar con nuestro planeta en los próximos cien años”. Ante un riesgo real, “¿Qué hacer? Lo primero, establecer las contramedidas de alerta o poner en marcha una potencial misión espacial de mitigación”. Desde luego, estos planes tienen que ser de plena colaboración internacional, señaló, y no solo de las agencias espaciales, sino también de otras instancias, incluida la ONU.

Un telescopio en Venus podría vigilar bien la llegada de rocas
La búsqueda y catalogación está en marcha, aunque queda mucho por hacer. Los protocolos de evaluación detallada de daños potenciales están poco formalizados. Asumiendo que un asteroide de entre 20 y 50 metros puede generar graves daños de alcance local en una zona habitada, la hoja de ruta incluye la elaboración de modelos que ayuden a las autoridades a tomar decisiones sobre alertas, evacuación, protección de infraestructuras, etcétera.

En la prevención, mucho depende, por supuesto, de la anticipación con la que se conozca la llegada del NEO. Si es que se le ve venir. El de Cheliabinsk el pasado febrero no se pudo ver, explican los científicos, porque vino desde la dirección del Sol, lo que deja ciegos a los telescopios. Una solución, señaló Cano, sería poner un telescopio en órbita de Venus, por ejemplo, y mirando hacia la Tierra con la estrella detrás, para cubrir esa zona ciega de vigilancia. “Los asteroides hay que buscarlos y vigilarlos con telescopios, porque el radar solo tiene alcance de unas cinco veces la distancia a la Luna (para un NEO de unos 500 metros), y eso da muy poco tiempo de alerta”, advirtió Drolshagen. Tanto para mejorar la vigilancia como para preparar misiones espaciales de defensa activa contra los NEO hace falta dinero.

¿Merece la pena? Gritzner jugó con la famosa frase de Albert Einstein, sobre la mecánica cuántica, “Dios no juega a los dados”, para acabar su charla con su apostilla: “¿Y a los bolos?”


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