miércoles, 16 de marzo de 2011

Jure Grando. El Vampiro de Istria.



Cuando oímos la palabra vampiro, no podemos evitar que nos venga a la mente el famosísimo Conde Drácula de Bram Stoker. Este se inspira en las andanzas del terrible y sanguinario príncipe valaco Vlad Draculea, más conocido como “El empalador” (Tepes). Pero el príncipe Vlad, a pesar de ser alguien totalmente despiadado y que disfrutaba plenamente con el sufrimiento ajeno, incluso de sus propios súbditos, no era un vampiro ni mucho menos. No consta ningún testimonio de que bebiera nunca la sangre de sus víctimas, que por cierto fueron muchísimas y las sometió en muchos casos a atrocidades que dan escalofríos solo de pensarlo.

A lo largo de los siglos se han dado abundantes casos de vampirismo, incluso podemos hablar de auténticos “brotes”, como veremos más tarde. Los casos llegan prácticamente hasta nuestros días. Por nombrar algunos, el de Peter Kürten, el vampiro de Dusseldorf o Richard Chase, el vampiro de Sacramento. Ambos durante el siglo XX. Y más cercano en el tiempo tenemos al escocés Allan Menzies, ya en el XXI. Los dos primeros merecen sus respectivos espacios monográficos en el Octavo Pasajero porque sus historias son verdaderamente pasmosas.

En esta ocasión mostraremos a un personaje que ha pasado bastante desapercibido para el gran público. Leyendas, tradiciones y realidad se mezclan a partes iguales en esta espeluznante historia. Hablamos de Jure Grando, el vampiro.
Jure nació en la península de Istria, en Croacia, allá a principios del siglo XVII, en la localidad de Kringa. Su vida fue la normal para un campesino de la época, vida humilde y trabajando de sol a sol para poder sobrevivir. Pero realmente su historia comienza tras su fallecimiento.

Jure Grando muere en 1656 por causas desconocidas. Y lo “divertido” del caso  llega al poco tiempo de recibir cristiana sepultura. Al buen señor, contra todo pronóstico después de muerto, le dio una noche por volver del otro mundo y hacerle una visita sorpresa a su señora esposa. Según su viuda, el difunto le visitaba sonriente y jadeante por las noches. La sumía en un profundo sueño, para posteriormente abusar sexualmente de la pobre mujer y además succionarle la sangre en el cuello. Nos podemos imaginar el pánico que sentiría la pobre mujer ante tan desagradable y sobre todo, fría visita.

A la desdichada señora, como era de esperar, nadie la creyó. Algo que agravó la ya de por sí horrorosa situación que estaba padeciendo. Todo cambió cuando el párroco del pueblo, un tal Giorgio, toma cartas en el asunto tras las súplicas de la viuda. Este, que había oficiado el funeral de Grando dieciséis años atrás, se presentó en plena noche en casa de la viuda acompañado por unos conocidos. Su intención, más que nada para que le dejara tranquilo, era la de hacer ver a la mujer que las apariciones del difunto eran solo fruto de su imaginación y que los recuerdos de su esposo le estaban mortificando en demasía. La sorpresa llega cuando al entrar en la vivienda se encuentran al señor Grando sentado cómodamente en su salón. Como os podréis imaginar, la comitiva salió corriendo despavorida como alma que lleva el diablo y se cuenta que dándose algo más que empujones por salir de la estancia. La verdad que no es de extrañar, pero sigamos….

Los rumores se dispararon por Kringa. No se hablaba de otra cosa. Los aldeanos contaban que una misteriosa y oscura figura paseaba por sus calles en la noche oculta entre las sombras. Para colmo de males, por causas desconocidas, en 1672 se produjo un brote de vampirismo que se propagó por toda la península de Istria. Esto provocó que el pánico tuviera el terreno abonado para poder campar a sus anchas. Como no podía ser de otra manera, el origen del brote se le achacó a Jure Grando. 

Recetario anti-vampírico de la época

Según una tradición local muy antigua, los "strigon" o "vadevec" (hechiceros) bebían sangre humana, sobre todo de niños. Estos hechiceros al morir se convertían en vampiros que por las noches salían de sus tumbas. Estos deambulaban por las calles llamando a las puertas de algunas casas. Y cuando se realizaba esta llamada, era ya algo irremediable que en un breve lapso de tiempo, algún miembro de la familia muriera a manos del strigon. En otras ocasiones, volvían a sus antiguas casas, se introducían en el lecho de sus viudas y yacían con ellas sin mediar una sola palabra. La solución al problema, según estas tradiciones populares, era abrir la tumba donde moraba el vampiro durante el día y acabar con él clavándole estacas de madera en el tórax. Y ese fue ni más ni menos, el plan que comenzaron a barruntar el párroco Giorgio junto al magistrado de la localidad. Todos coincidían, Grando era un "strigon" y había que acabar con él como fuera.

Los aldeanos se dirigieron al cementerio, armados con antorchas y un crucifijo. Al abrir la tumba y para su sorpresa, lejos de estar descompuesto, el cadáver estaba en perfecto estado, ¡¡incluso con buen color de cara!! El grupo de nuevo fue presa del pánico y volvieron a Kringa a toda velocidad y sin mirar ni una sola vez atrás. Dice la leyenda que Grando mató a un miembro de la familia de cada uno de aquellos que habían osado perturbar su descanso.
  
Con el tiempo procedieron a un segundo intento. Pero esta vez fueron acompañados por el cura Giorgio (¡con la iglesia hemos topado!). El sacerdote y los nueve valientes vecinos que le acompañaban encontraron a Grando justo en el mismo lugar donde le habían dejado. Y tomando un crucifijo, el párroco se arrodillo y dirigió al vampiro con las siguientes palabras: "Mira esto, ¡oh vampiro!, ¡he aquí Jesucristo, el que nos liberó de las penas del infierno y murió por nosotros en el madero!" Según el sacerdote, en ese mismo momento vió caer lágrimas de los ojos del vampiro. Uno de los aldeanos aprovechó el momento de debilidad para intentar clavarle una estaca de madera en el pecho, pero cada vez que lo hacía, el cuerpo las expulsaba fuera. Grando emitía unos alaridos espeluznantes que provocaban el terror incluso en estos valerosos hombres. El vampiro daba saltos sobrehumanos dentro de la cripta como si de un animal enloquecido se tratara. Cuenta la leyenda que tuvo que ser un campesino, Stipan Milasic, el que armándose de valor, y después de una encarnizada lucha acabara con el vampiro. Al decapitarle, fue tanta la sangre que manó del cuello descabezado, que los cubrió a todos y casi llenó por completo la tumba. Y entonces fue cuando Jure Grando cayó al suelo y  por fin murió de verdad. Así acababa el terror que asolaba a Kringa y conseguía así su merecido descanso eterno.

En la actualidad la figura de Grando es la gran atracción turística de la villa de Kringa. En el café “Vampiro”, adecuadamente decorado y ambientado, mensualmente se realizan jornadas y tertulias literarias llamadas “Noches Vampíricas”, con la presencia de autores  de literatura de terror. En este género, el vampiro Jure Grando probablemente influyó mucho más en el “Drácula” de Bram Stoker que el mismísimo Vlad Draculeaque ya trataremos en otra entrega.
         

 Cafe Vampire


 Vino Jure Grando