martes, 6 de diciembre de 2011

William Wallace, la leyenda de Braveheart.




Uno de los “Pasajes de la Historia” más aclamados de nuestro siempre recordado Juan Antonio Cebrián en su “La Rosa de los Vientos”, fue sin lugar a dudas el que dedicó al héroe escocés William Wallace. Cebrián, con su grandísimo talento para la divulgación, fue capaz de transmitirnos con auténtica pasión la inmensa magnitud de este personaje. A mí personalmente, y supongo que a muchos de vosotros, Juan Antonio Cebrián consiguió que con la imaginación fuera partícipe en primera persona de la historia del escocés que nunca se rindió, del hombre que luchó incansablemente por liberar a su pueblo del yugo del rey inglés Eduardo. Durante unos memorables minutos de radio, viví y luché junto a William Wallace, sus victorias y sus derrotas fueron las mías. Sirva este artículo como un humilde homenaje a ambos hombres, William y Juan Antonio, que seguramente ya se han encontrado en el Olimpo de los personajes históricos. Así que preparad vuestras espadas “Claymore”, el kilt y las pinturas de guerra. Nos vamos de viaje espacio-temporal a la Escocia de finales del siglo XIII y la cosa estará movidita. ¡¡¡Que suenen las gaitas!!!  ¡¡¡ALBA GO BRAGH!!!

Para situarnos un poco tras el viaje en el tiempo, que por cierto deja bastante descolocado y con un dolor de cabeza terrible, deciros que hemos aterrizado en las Tierras Altas escocesas, las Highlands, en el año 1270. Este es el año en que vino al mundo nuestro personaje, William Wallace. No nos demoremos más y vayamos a conocerlo. 

Wallace es un personaje que ha generado muchas controversias. La primera de ellas es en lo referente a su origen, con el que existe una fuerte disputa académica al respecto. Por una parte están los historiadores que defienden el origen noble, venido a mucho menos en todo caso y los que defienden su origen plebeyo. También, como no podía ser de otra manera, el lugar de nacimiento de William es otro motivo de debate para muchos estudiosos. Respecto a la primera cuestión, la opción de que pertenecía a la pequeña nobleza escocesa es la que tiene más visos de realidad. Aunque recientes hallazgos indican de que cabe la posibilidad de que fuera un militar o incluso cazador, esta versión tiene muchas lagunas. Optamos claramente por la primera de ellas por unos detalles que expondremos posteriormente. Y en lo referente al lugar de nacimiento, según  la mayoría de los académicos, es la localidad de Elderslie entre muchas otras, la que resulta vencedora a la hora de poder atribuirse el de nuestro héroe. Analicemos a groso modo cual era el contexto histórico en el que Wallace dio sus primeros pasos.

Alejandro III, El Glorioso

Escocia en ese momento era un país independiente que tenía un cierto nivel de prosperidad. Su rey, Alejandro III, apodado “El Glorioso”, reinó durante la nada despreciable cifra de treinta y siete años. Todo iba fenomenal hasta que un trágico suceso acaeció en la corona escocesa y a la postre daría al traste con los buenos tiempos que vivían los escoceses en esa etapa de su historia. En 1286, tras una reunión asuntos de estado en Edimburgo, el rey Alejandro partió hacía su castillo. Como el hombre debía de ser muy fogoso, optó por tomar el camino más corto y también más peligroso para tener un tórrido y nocturno encuentro con su amada reina. Ocurrió lo inevitable, el rey se despeño por un risco con caballo incluido, falleciendo en el acto y dejando como única heredera a su nieta Margaret, de tan solo tres años. Esta fue reconocida como reina de Escocia por el mismísimo rey Eduardo I de Inglaterra, que inmediatamente pensó en casarla con su hijo Eduardo, al que por cierto no le hacía la más mínima  gracia eso de tenerse que casar con una mujer, y menos tener que fabricar un heredero para la corona. Margaret, que era conocida como “La Doncella de Noruega”, partió hacia Escocia acompañada por su séquito, pero jamás llego a su destino. Falleció durante la travesía como consecuencia de su débil estado de salud. Esto, como no puede ser de otra manera, derivó en una disputa tremenda entre la alta nobleza escocesa para conseguir el derecho a la sucesión. Entre muchos candidatos, John Balliol y Robert Bruce se alzaron como favoritos para el premio que significaba la corona escocesa.

Sir John Balliol

Esta situación le vino que ni pintada al rey Eduardo I de Inglaterra, apodado “Longshanks”, “Patas largas” para nosotros los castizos. Este fue solicitado por los nobles escoceses para que mediara en el conflicto. Desde luego que al que se le ocurrió la idea... El momento era el propicio para anexionarse otra nación como ya hizo previamente, y con extrema crueldad, con Gales.


Eduardo I, Longshanks

En un primer momento Eduardo I optó por darle la corona a John Balliol. Pero un pacto posterior firmado entre escoceses y franceses hizo que “Longshanks” montara en cólera.  Cuando esto ocurría, el rey inglés no conocía ni a su propia madre. De inmediato los escoceses reclutaron un ejército para invadir el norte de Inglaterra. Eduardo contraatacó tomando la ciudad de Berwick. La ciudad fue masacrada. Hombres, mujeres y niños fueron pasados a cuchillo y sus cuerpos arrojados al mar. No hubo piedad para ninguno de ellos. Tras esto, las tropas inglesas y escocesas se encontraron en Dunbar, donde las segundas fueron estrepitosamente derrotadas. Escocia quedó totalmente indefensa. John Balliol fue capturado y llevado a la Torre de Londres. Una vez apresado el rey, Eduardo se apropió de la “Roca del Destino”, la mítica roca donde apoyó su cabeza Jacob en el pasaje del Génesis donde este sueña con la escalera. Esta roca era utilizada por los reyes escoceses en sus coronaciones.




 La Roca del Destino

No todos los escoceses se plegaron a los pies de Longshanks, en 1297 comenzaron las revueltas encabezadas por algunos nobles. Entre ellos estaba Robert Bruce, el nieto del antiguo aspirante al trono. Muy pronto entraría nuestro héroe en escena.



Robert Bruce


William Wallace por aquellos entonces era un fornido joven, culto e instruido, por lo que la hipótesis de que su padre, Malcom Wallace, pertenecía a una familia de terratenientes toma bastante fuerza.. Según algunos historiadores pudo ser instruido en la abadía de Paisley, lugar donde aprendió varios idiomas, entre ellos francés, inglés y latín, vamos, que no era un analfabeto ni mucho menos. Físicamente como que no se parecía mucho a Mel Gibson en la película Braveheart. Gibson mide un escasito 1,70m mientras que William Wallace era lo que llamamos en Andalucía, un armario empotrado de tres puertas que sobrepasaba los dos metros. Solo decir que su espada, que se conserva a día de hoy, mide “tan solo” 1,65m, casi nada, si no te mataba del corte, te mataba del golpe.



William Wallace


La situación social en Escocia era realmente opresiva. El rey Eduardo exigía cada vez más y más impuestos para sufragar su guerra contra los franceses. La población se sumía en la pobreza y el hambre a pasos agigantados. A esto hay que sumar los desmanes y abusos de las autoridades inglesas sobre las pobres gentes. Uno de estos desmanes provocó que la figura de Wallace apareciera y de que manera.

Marion Braidfute, la esposa de William Wallace, fue brutalmente asesinada por el alguacil de Lanark. Su garganta fue sesgada por el puñal del inglés. Al enterarse de la noticia, William, con toda lógica, la lió parda dando muerte al alguacil y varios de sus hombres. Comenzaba así la leyenda de Braveheart, una auténtica pesadilla para los ingleses. A día de hoy existe la teoría de que la mujer de Wallace no fue realmente asesinada y que las andanzas de Wallace comienzan porque este mató al hijo de un noble inglés en una reyerta callejera. Pero al fin y al cabo, Wallace iba a montarla y vaya si lo hizo.

En un principio Wallace es acompañado solo por algunos de sus amigos. Con el tiempo, más y más hombres comienzan a unirse a su justa causa. Un ejército de leales escoceses se estaba gestando y seguirían a Wallace hasta cualquier final. Optarían por la guerra de guerrillas como táctica más utilizada, al menos en un principio. Los ataques a las fuerzas inglesas eran letales, rápidos y precisos. No había piedad con el inglés.

Llegó un momento en que los seguidores de Wallace ya se contaban por miles y fueron muchos más en el momento en que se les unieron las tropas de otro sublevado, un noble, Andrew de Moray. Ambos decidieron plantar batalla a los ingleses. La cita sería en Stirling Bridge y pasarían a la historia.

El rey Eduardo envió al mando de su ejército a Sir Hugh Cressingham y a Sir John de Warenne, el cual ya había demostrado previamente sus dotes derrotando a los escoceses en la anteriormente citada batalla de Dunbar. El lugarteniente de Wallace, James Stewart, fue enviado a parlamentar con los ingleses. Este les recomendó educadamente que se retiraran y que pusieran rumbo a Inglaterra a la mayor celeridad. Como era de esperar, Warenne se limitó a troncharse de la risa y para no ser menos, envió más tarde un mensaje a Wallace con dos monjes dominicos. En dicho mensaje se les exigía la rendición incondicional a los escoceses. Como al parecer la cosa estaba a ver quién lanzaba la chulería más grande, Wallace le respondió con lo siguiente: “…Volved con vuestros amigos y decidles que no hemos venido aquí sino a luchar, determinados a tomar venganza y liberar a nuestra patria. Decidles que vengan aquí y que nos ataquen, estamos esperando para enfrentarnos a ellos cara a cara", ¡¡toma ya!! Así que los comandantes ingleses dispusieron a sus veinticinco mil soldados de infantería y sus seiscientos jinetes de caballería acorazada para cruzar el puente de Stirling.

Stirling Bridge

Los escoceses eran solo siete mil soldados de infantería y unos ciento cincuenta jinetes. Wallace tenía claro que no podía dejar que el ejército de “Longshanks” se posicionara, sería algo suicida. Así que la estrategia sería atacar a los ingleses mientras cruzaran el largo y estrecho puente de Stirling. A través de dicho puente y debido al escaso ancho, solo podían pasar un par de jinetes de caballería pesada a la vez. A pesar de las súplicas para que no lo hicieran por parte de Richard Lundie, un noble escocés enrolado en el bando inglés, Cressingham y Warenne dieron la orden de avanzar a su ejército. Wallace tenía que apaciguar a los suyos para que no se abalanzaran sobre el enemigo a las primeras de cambio. Estaban ávidos de derramar sangre inglesa en la tierra de Escocia. La caballería inglesa tomó la iniciativa y lanzó una terrible carga. El grito de guerra de los escoceses, ¡¡¡Alba go Bragh!!!¡¡¡Escocia siempre!!! resonó con fuerza desde las miles de gargantas escocesas que lo entonaron. Wallace en ese momento dio rienda suelta a los suyos desatando el infierno en la tierra y una lluvia de flechas ennegreció el cielo de Stirling para precipitarse sobre las tropas inglesas. Las fuerzas de Moray embistieron al enemigo por retaguardia partiéndolo en dos grupos. Llegó la hora de las gigantescas espadas escocesas, las “Claymore”. Fue una carnicería. Los soldados ingleses eran mutilados sin piedad. Los cuerpos desmembrados de los soldados estaban esparcidos por todos sitios. Warenne envió refuerzos a la desesperada, pero debido al peso, el puente se vino abajo provocando que cayeran al río cientos de soldados ingleses, entre ellos Sir Cressingham. La victoria fue total y absoluta. Un ejército irregular había sido capaz de derrotar al disciplinado ejército inglés, eso era algo impensable. Con Warenne pasó lo que tenía que pasar. En esa época no se andaban con chiquitas, así que fue desollado vivo y sus restos esparcidos por toda Escocia. Desde luego que bestias eran para dar y regalar en esos tiempos.

La espada "Claymore" de William Wallace


Wallace, gracias a esta memorable victoria fue nombrado por los nobles escoceses “Lord Protector de Escocia” y se le comenzó a conocer como “Braveheart”, el corazón valiente. De Moray, debido a las heridas recibidas, falleció a las pocas semanas de la batalla de Stirling Bridge. Una gran pérdida sin duda para los escoceses.

El rey Eduardo no iba a permitir que las cosas quedaran así ni mucho menos, menudo era él. Organizó un ejército y esta vez sería él mismo en persona el que lo dirigiera. Veinticinco mil soldados de infantería y dos mil jinetes acorazados serían las credenciales que presentaría el rey inglés. Wallace mientras tanto, no pudo reunir más de diez mil hombres y un escaso grupo de jinetes. Una vez más la inferioridad numérica se convertía en un hándicap para los highlanders.

Cuando el rey de Inglaterra comenzó la ofensiva, Wallace optó por la táctica de la tierra quemada. En este juego del gato y el ratón, los escoceses quemaban los campos y negaban cualquier tipo de suministro a las tropas inglesas. La necesidad se hizo imperiosa en el seno del ejército de Longshanks. La situación era tal que la infantería galesa se amotinó, pero Eduardo tuvo la habilidad de reconducir una situación que de haber continuado habría supuesto un estrepitoso fiasco para el monarca.

William Wallace, con su ejército de campesinos, estaba agazapado en el bosque de Callendar, a trece millas de Falkirk, lugar donde ambos contendientes medirían sus fuerzas.

Los escoceses prepararon sus enormes lanzas para frenar la embestida de la caballería acorazada de los ingleses. Entre líneas se situaron los arqueros y en retaguardia los jinetes del John Comyn, un noble escocés. El rey Eduardo dio la orden de atacar y desatar el infierno. El rugido de los cascos de la caballería acorazada crecía en intensidad mientras los escoceses esperaban el impacto con el miedo dibujado en sus ojos. El sonido era ensordecedor y el choque fue terrible. Los gritos de dolor y sonido de la lucha inundaron el ambiente. Hombres y bestias yacían desparramados por los suelos en un verdadero mar de sangre. El rey ordenó la retirada de la caballería para poder salvar lo poco que quedaba del tremendo impacto con los lanceros. De momento todo iba tal y como Wallace había previsto. Pero hubo un factor con el que no había contado y que fue definitivo. En el momento en que la caballería escocesa fue reclamada, esta permaneció quieta en un primer momento para pasar a retirarse posteriormente y dejar a Wallace en la estacada. Los nobles que habían aportado la caballería fueron comprados por Longshanks, tierras y privilegios fueron su precio. Decir que algunos de los nobles traidores posteriormente a la batalla pagaron con su sangre la traición a Wallace, según parece él mismo tuvo el inmenso placer de cobrarla. Pero sigamos con la batalla…

La infantería de Wallace había solventado más o menos bien el primer envite así que se prepararon para lo que les venía encima, que era mucho. Como la caballería de los escoceses se largó de rositas, los batallones de arqueros galeses utilizaron sus arcos de largo alcance a su antojo. El ataque fue atroz. La lluvia de flechas masacró las fuerzas de Wallace que no tenían el más mínimo refugio para poder evitarlas. La derrota de los highlanders fue total. La sangre y los cuerpos sin vida de miles de soldados formaban un espantoso tapiz sobre las tierras de Falkirk. Wallace consiguió escapar a duras penas y le faltó muy poco para ser capturado por los ingleses.

Si la derrota en la batalla de Falkirk no fue definitiva para Escocia, fue sin duda por la táctica de “tierra quemada” realizada por Wallace. El ejército de Longshanks había quedado tan seriamente tocado que fue imposible una invasión total de Escocia. Así que no tuvo mas remedio que retirarse a Carliste y allí lamer sus heridas. A pesar de ofrecer dinero y tierras a los que se quedaran con él, en el ejército del rey Eduardo se produjeron deserciones por miles. Los soldados como que no tenían muchas ganas de pasar por otro infierno como el que habían pasado. Así que la batalla de Falkirk solo sirvió para dar un golpe al ejército escocés y hacer que Wallace cayera en desgracia en el seno de la nobleza escocesa.

Las envidias y ambiciones nobiliarias hicieron que Wallace fuera despojado del título de “Guardián de Escocia”, cargo que pasó a manos de John Comyn, el que dejó en la estacada a nuestro héroe y a Robert Bruce. Ambos estaban siempre a la gresca por las interminables cuestiones dinásticas.

Wallace en ese momento optó por salir de Escocia rumbo a Europa, su misión era buscar apoyos para la causa escocesa. En 1299 visitó el Vaticano y París. A partir de ahí nada se sabe de él en tres años. Hacia 1303 Wallace vuelve a casa. Su regreso coincide con la firma de un tratado entre Eduardo I de Inglaterra y Felipe IV de Francia en el que se ponía fin a la guerra y excluía a Escocia de cualquier negociación. Este tratado daba vía libre a los ingleses para centrarse detenidamente en los escoceses. Comyn ante la perspectiva tuvo que maniobrar rápidamente y consiguió en 1304 un acuerdo con Eduardo “Longshanks” bastante favorable para Escocia. No habría represalias, ni confiscaciones, pero había una terrible y dolorosa condición por parte del rey inglés. Wallace tendría que ser entregado para ser juzgado en Inglaterra por traición.

William Wallace a su regreso reunió un pequeño grupo de hombres que ocultos en los bosques siguieron hostigando a las tropas Inglesas. William Wallace “Braveheart” no se rendiría nunca. Pero toda historia tiene un fín, y el de Wallace estaba realmente próximo.

El 3 de agosto de 1305, William Wallace es traicionado por uno de sus hombres, un tal Jack Short, y es entregado a los ingleses en las cercanías de Glasgow. Longshanks estaba logrando ganar la partida sin lugar a dudas.

William fue trasladado a Londres para ser sometido a juicio con el cargo principal de alta traición, pero la lista era interminable, prácticamente estaba acusado de todo. Wallace en ningún momento se declaró culpable de traición, afirmando en el juicio que no era culpable de tal traición pues nunca acepto a Eduardo I como rey, así que…

Juicio de William Wallace

Wallace fue declarado culpable y condenado a muerte. Pero antes de cumplirse la sentencia sería sometido a una sarta de atrocidades que da verdadero pavor el solo pensarlo. Esto es el Octavo Pasajero, así que habrá que darle un repasito al catálogo, prepárense. Fue colgado desde una altura en la que no se le rompiera el cuello al ser arrojado. Ahogado hasta el límite de evitar la muerte en el último momento. Fue estirado y arrastrado durante varios kilómetros por caballos. Una vez llegado a su destino fue emasculado, es decir, sus atributos viriles fueron cortados de su sitio. Fue destripado vivo, e imaginad la fortaleza de este bravo hombre que solo murió cuando le fue arrancado el corazón de su interior. Su cadáver fue decapitado y descuartizado. Su cabeza fue clavada en una pica en el puente de Londres y sus extremidades enviadas a Escocia para “insinuar” lo que le ocurriría al osado que se alzara contra el rey de Inglaterra.

William Wallace

 Ese fue el fin de William Wallace pero no el de la resistencia escocesa. A su muerte continuaron las intrigas palaciegas entre los nobles escoceses. John Comyn, que casi con toda seguridad estuvo implicado en la entrega de Wallace a los ingleses, fue asesinado por Robert Bruce y Roger de Kirkpatrick. El camino a la corona de Escocia quedaba totalmente libre para Bruce, que se coronó rey de Escocia a las pocas semanas de la muerte de su rival. Esto le pilló al rey Eduardo totalmente a contrapié que montó en cólera y decidió que inmediatamente debía de castigar a Robert Bruce. 

Asesinato de John Comyn

En  junio de 1306, Bruce fue derrotado y capturado en la Batalla de Methven junto a su hermano Niall, que fue ejecutado. Pero el 7 de julio, el rey Eduardo I de Inglaterra murió. Su hijo, el débil Eduardo II accedió al trono inglés y esto espoleó a los rebeldes escoceses. Bruce consiguió escapar y organizó un grupo de guerreros que sometió a los ingleses a una constante guerra de guerrillas. Finalmente, tras una serie victoriosa de batallas que culminaron con la Batalla de Bannockburn,  Robert Bruce consiguió la independencia de Escocia, la cual se matuvo por casi cuatrocientos años. Así se culminaba el sueño de William Wallace, Braveheart, el gran heroe escoces por los siglos de los siglos.


ALBA GO BRAGH!!!!