martes, 17 de junio de 2014

Los “Malditos” del rock.








A lo largo de los tiempos y en cualquier rama artística que tomemos, ciertos creadores optaron por adentrarse en los recovecos más oscuros y siniestros de sus respectivas disciplinas. Pintores, cineastas, escritores, poetas y como no, gran cantidad de músicos, se sumergieron fascinados en el mundo de lo misterioso, lo esotérico y por supuesto también de lo diabólico. Para muchos de ellos la elección de esta vía supuso finalmente ni más ni menos que su ruina, el fracaso y mucho peor, etiquetarse como personajes casi malditos. Tras determinados acontecimientos cayeron en una verdadera espiral de desgracias, muertes, suicidios e incluso crímenes.


Dentro de la amplitud del colectivo musical destacan en estas oscuras lides los interpretes del mundo del rock. Su tendencia, desmedida en muchas ocasiones, a llevar a la práctica aquel mítico estribillo del recientemente desaparecido Lou Reed, eso de pasear por el lado salvaje de la vida llevó a más de un rockero a llevar una existencia más próxima a la pesadilla que a lo que se podría esperar de la lujosa vida una estrella de los escenarios. Veamos algunos ejemplos de músicos que se dieron una vuelta por el lado más oscuro del rock´n´roll.



Robert LeRoy Johnson y su diabólico mentor.



 Robert Leroy Johnson




En primer lugar nos desplazaremos en el espacio tiempo hasta los territorios ribereños del delta del Missisipi de la primera década del siglo XX. Allí nació el que a día de hoy es denominado por la historia musical como el “Abuelo del rock´n´roll”, Robert LeRoy Johnson.


Para Robert la música era la esencia de la vida, su única y fiel compañera desde la infancia y en muchos de los momentos más duros de su ajetreada y azarosa vida. Uno de esos momentos fue sin duda el fallecimiento de su joven esposa y del bebé que con tanta ilusión esperaban. Lógicamente este duro golpe marcó para siempre la existencia del músico. El dolor solo se aplacaba cuando Robert abrazaba su vieja guitarra.


El viejo bluesman Son House en sus habituales veladas musicales, tuvo el instinto de percatarse de la presencia de Robert entre sus muchos seguidores. Se dio cuenta de que había un joven que con su guitarra intentaba imitar, todavía sin demasiado éxito, por cierto, su personalísima manera de interpretar el blues. El muchacho le ponía ganas y pasión, pero quizás le faltaba el nivel y talento suficientes como para conseguirlo. Es aquí donde comienza la leyenda de Robert LeRoy Johnson.


Robert llegó al extremo su obsesión casi enfermiza por la guitarra y era capaz de practicar durante horas. Pero todo este esfuerzo era en vano, parecía que hubiese un límite inexpugnable que le evitara avanzar. 


La leyenda de Robert Johnson cuenta que un día pidió consejo a una anciana de una plantación, necesitaba saber como podría crecer como músico. La recomendación de la vieja señora no fue otra que cogiera su guitarra y se dirigiera a un cruce muy cercano a la plantación Dockery. Tenía que ser poco antes de la media noche y una vez en la encrucijada de caminos debería esperar acontecimientos. Robert tuvo el valor de dirigirse al lugar y hora indicados por la sabia anciana. Una alta y oscura figura apareció de repente ante él en el cruce. Johnson cayó de rodillas presa del pánico, pues se trataba ni más ni menos que del Diablo. Este, con un solo gesto y sin mediar una sola palabra, le extendió los brazos para que le entregara la vieja guitarra. El siniestro ente tomó el instrumento y empezó a afinar cada una de las seis cuerdas con total parsimonia. Cuando el diabólico luthier terminó su trabajo, le devolvió la guitarra a Robert. Fue en ese momento cuando conoció la tarifa que tendría que abonar por semejantes servicios. El precio no era otro que entregar su alma eterna a aquel gélido ser. Robert aceptó sin pestañear y en ese instante la presencia se desvaneció con lentitud ante sus propios ojos. El pacto entre ambos se había sellado y a partir de entonces se convertiría por un plazo de diez años, en el indiscutible rey del blues del Delta. De sus manos y su voz saldrían los mejores y más hermosos blues que nadie haya escuchado nunca. Como es lógico pensar, esta leyenda se ha ido desarrollando a lo largo de las décadas y ha ido engordando más aun si cabe el mito de Robert Johnson.







A lo largo de su vida, Johnson declaró en cuantiosas ocasiones que era cierta la historia de que había vendido su alma al diablo. Para los presentes en aquellas charlas nunca quedó claro si hablaba en serio o les estaba tomando el pelo. A partir de entonces, Robert Johnson comenzó a vagar de ciudad en ciudad interpretando sus canciones a cambio de unas monedas que le permitiesen subsistir y dar un buen trago de whisky. Poco a poco, la audiencia que le seguía fue creciendo, ya que este demostró una especial habilidad para conectar con su público.


Los nombres de sus canciones lo decían todo, el tema del diablo era absolutamente recurrente en su discografía. Me and the Devil (El Diablo y yo) y la aterradora Hellbound on my trail (El mensajero del infierno en mi camino) y hasta seis canciones en las que el bluesman mencionaba al Diablo o alguna otra figura sobrenatural, algo que desde luego no puede ser casual. Pero nuestro protagonista se acercaba peligrosamente al final de su historia. En sus últimos meses de vida, Johnson se movió entre St. Louis, Illinois y todo el delta de su amado Missisipi. Su muerte llegó el 16 de agosto de 1938 a los veintisiete años. Nuestro héroe inauguraría esa fatídica lista de grandiosos artistas fallecidos a esa edad, el tristemente conocido “Club de los Veintisiete”. Las circunstancias de su muerte son bastante confusas y cuanto menos intrigantes. Robert LeRoy Johnson falleció precisamente en un hotel situado en una encrucijada de caminos muy parecida a la de su encuentro sobrenatural.







Al parecer fue envenenado por el marido de una mujer con la que Robert coqueteaba ya de manera demasiado habitual. Falleció entre terribles dolores e incluso pidiendo que la muerte le llegara pronto.  Era como si el mismísimo Diablo, al que tanto había cantado y tanto debía, viniese a cobrar su deuda de la forma más espantosa y brutal. Johnson no pudo resistir mucho más tales padecimientos y finalmente se dejó caer en los fríos brazos de la muerte. Así es como se marchó Robert LeRoy Johnson para no poder volver jamás.




Jimmy Page (Led Zeppelin), la maldición de Boleskine.





Jimmy Page




El magnífico guitarrista de Led Zeppelin, Jimmy Page, nacido en Gran Bretaña en 1944, fue desde su juventud un seguidor entusiasta de todo aquello que tuviese un aroma misterioso u oculto. De hecho, a principios de los 70 ya poseía en Londres una librería especializada en temas de ocultismo llamada “The Equinox”. 


La simbología ocultista se fue incorporando poco a poco a la estética y al estilo de la banda. Cada miembro del grupo tenía una runa que le representaba, pero era Page el que hacía mayor gala de este tipo de elementos, tanto en su guitarra eléctrica como en la vestimenta para los conciertos. A día de hoy el símbolo que lucía y representaba a Jimmy Page sigue siendo un absoluto secreto. Al parecer este símbolo tiene su origen en un grimorio de 1577, ArsMagicaArteficii, de un autor llamado Gerolamo Cardano, que posiblemente esté relacionado con la temática satánica. Page, desde luego, siempre ha guardado silencio al respecto.



Runa de Jimmy Page




Dentro de toda esa fascinación por lo oculto, había un asunto que sobresalía por encima de todo. No era ni más ni menos que una admiración absoluta por la figura de Aleister Crowley, el famoso ocultista conocido como “El ser más malvado del mundo”. La influencia de Crowley sobre el mundo de la música es absolutamente digna de ser estudiada y en profundidad. Artistas de la talla de David Bowie, Bruce Dickinson de Iron Maiden, OzzyOsborne, Ian Gillan de DeepPurple… y así una lista interminable, todos se vieron enormemente atraídos por este extraño y caótico personaje en algún momento de sus dilatadas y exitosas carreras musicales.



Aleister Crowley en Boleskine




Pero volvamos a Jimmy Page, porque lo suyo ya excedió ciertos límites con esta atracción. A principios de la década de los setenta el músico adquirió la mansión de Boleskine, junto al lago Ness. Esta casa tenía algo muy especial para él, Aleister Crowley había sido su propietario unos años atrás. Allí se habían realizado rituales satánicos, misas negras y orgías sexuales de todo tipo. Según se contaba por la zona, la fenomenología paranormal era realmente intensa en Boleskine y la llegada de Page ni mucho menos supuso un cese en esta actividad. El guitarrista llegó a tal punto, que se paseaba por las noches por su mansión ataviado con túnicas rituales y toda clase de parafernalia satánica. Esto en principio podría parecer una simple pose rockera para rodearse de misterio de cara a sus fans, pero pronto empezarían a sucederse las desgracias y algunas muy serias.
 

Entre 1975 y 1980, una vez ya adquirida la casa, a los miembros de Led Zeppelin comenzó a pasarles absolutamente de todo, las desgracias se cebaron de una u otra manera con todos los miembros de la banda y especialmente con Robert Plant, su vocalista. Durante las vacaciones estivales de 1975, que tanto Robert Plant como Jimmy Page pasaban con sus respectivas familias en Rodas, este último realizó una escapada a Sicilia para visitar una antigua casa que también fue en su momento propiedad de, como no, nuestro amigo Aleister Crowley. Pues bien, justo al día siguiente los Plant sufrieron un accidente en el que el cantante resultó herido grave y su esposa estuvo a punto de morir. En julio de 1977 falleció de manera totalmente inesperada el hijo menor de Plant, Karac, a causa de una extraña infección estomacal que se lo llevó por delante en cuestión de días.



 Boleskine



La traca final llegó el 25 de septiembre de 1980, el baterista del grupo John Bonham falleció en Boleskine por la aspiración de su propio vómito, como Jimmy Hendrix, tras ingerir una enorme cantidad de vodka. Este hecho, aparte de la muerte del músico, también supuso la muerte artística de Led Zeppelin. Tras todo lo sucedido tomaron la lógica decisión de no continuar su carrera como grupo, no era para menos, desde luego..

Led Zeppelin


Los fans eligieron claramente al culpable de la disolución de la banda. Las aficiones satánicas de Jimmy Page y sobre todo esa casa maldita, que era y según cuentan es a día de hoy, la mansión de Boleskine fueron las causas que le señalaban como responsable. Page finalmente se deshizo de la siniestra mansión en el año1992.





The Sisters of Mercy y El Cuervo







Con la banda de Leeds uniremos el lado oscuro de la música con el del séptimo arte, que también tiene lo suyo. The Sisters of Mercy fue una de las bandas pioneras en aquello que se denominó como “Rock gótico” o Goth rock, como queráis. El grupo liderado por Andrew Eldritch iba en franca ascensión, las ventas y las críticas de sus discos así lo indicaban claramente. Todo parecía ir sobre ruedas para los británicos hasta que llegó lo que en principio iba a ser a buen seguro una gran oportunidad. El aldabonazo definitivo para entrar en el selecto grupo de las estrellas de rock a nivel mundial.



 The Sisters of Mercy


En Hollywood se estaba fraguando un interesante proyecto que pretendía llevar a la gran pantalla el cómic de James O´Barr, El Cuervo. Para interpretar el papel protagonista, el rockero siniestro Erik Draven, se eligió a Brandon Lee, hijo del mítico y trágicamente desaparecido Bruce Lee. Pues bien, la canción que había sido seleccionada para convertirse en el tema central de la película no fue otra que Under the gun, que la podemos traducir como “Bajo la pistola”, compuesta e interpretada por The Sisters of Mercy. Como podréis ver el título de la canción a la postre sería absolutamente premonitorio y de qué manera.

Desde el primer momento, los problemas fueron constantes durante el rodaje del largometraje. Accidentes, electrocuciones, lesiones por traumatismos, etc. fueron la tónica general durante la filmación de las escenas. Era como si la película estuviese gafada desde el minuto uno, un cúmulo de malas sensaciones rodeaba ya al set de rodaje. Pues bien, la culminación a estas malas sensaciones llegaría de manera abrupta el 31 de marzo de 1993. Durante el rodaje de una escena en la que el personaje de Draven recibía un disparo, sucedería un terrible accidente que conmocionó a todo Hollywood. Un revólver del calibre 44, usado en la filmación de una escena previa de la película, tenía una bala alojada en el cañón y que pasó totalmente desapercibida. Por circunstancias desconocidas y la imprudencia o descuido de uno de los técnicos especialistas en armas, esa bala fue proyectada por la detonación de una bala de fogueo, esta impactó de manera mortal en el cuerpo de Brandon Lee, que fallecería horas más tarde en un hospital.



 Brandon Lee




Eldritch al tener noticias de lo sucedido obligó a la productora a retirar su canción de manera inmediata de la B.S.O. de la película. Aparte de por respeto al fallecido Brandon Lee, fue, sin duda alguna, por las terribles coincidencias que había tanto con el título como con la letra de la canción. Los hechos que tristemente habían sucedido se aproximaban demasiado a lo que contaban aquellas estrofas. La banda en ningún momento quiso que se le  relacionara con toda la rumorología que estaba surgiendo con fuerza  en torno al film, pero finalmente se filtró la historia de Under the gun. Ya se hablaba de maldiciones y de que la trama se había hecho a todas luces realidad. En cierto modo esos rumores llevaban razón, para poder finalizar la película se recurrió a un doble y a la recreación digital del rostro de Lee. Draven, tras caer “bajo la pistola”, volvió de entre los muertos para terminar su cometido. Todo verdaderamente siniestro.
 

Respecto a The Sisters of Mercy, Under the gun sería finalmente su última grabación de estudio, ya nada volvió a ser igual para el grupo. La banda de rock gótico, que estaba a un paso de entrar en el Olimpo de los grupos masivos, se sumió en el desánimo y la decadencia más absoluta. Contratos cancelados, problemas legales y personales, hicieron que casi se diluyeran en el olvido. La maldición del Cuervo se cebó con ellos, ¿O quizás fue al revés?



Lynyrd Skynyrd y la portada premonitoria.



 Ronnie Van Zant





¿Puede ser premonitoria la portada de un disco? En el caso de la banda Lynyrd Skynyrd todo hace indicar que sí, pero realmente la premonición no fue solo con la carpeta de un álbum, los avisos empezaron unos años antes.


Nos vamos a principios de los años 70 a Jacksonville, Florida. Allí surgió la banda de rock sureño Lynyrd Skynyrd, que irrumpió con inusitada fuerza en el panorama musical del momento. La banda, capitaneada por Ronnie Van Zant, en muy poco tiempo ya había firmado clásicos eternos para la historia de la música de la talla del mítico Sweet home Alabama. Pero en el seno de la banda, en concreto al anteriormente citado Ronnie Van Zant, empezó a ocurrir algo extraño, algo muy oscuro se estaba fraguando, y  que a la postre fue trágicamente definitivo.


Un siniestro pensamiento empezó a rondar con demasiada asiduidad por la cabeza de Ronnie. Él confesó a sus propios compañeros de correrías musicales que tenía la firme convicción de que no llegaría a los treinta años. Estas confesiones no fueron solo a los músicos, su padre también fue partícipe de los obsesivas elucubraciones de Van Zant. La cosa llegó a tal punto, que durante un concierto en Glasgow en 1976, este les confesó a sus compañeros que tenía la certeza de que ya no podría estar más con ellos sobre las tablas de un escenario, sabía positivamente que no llegaría a los treinta, era su fecha de caducidad.


Una vez finalizada la gira, el grupo se puso a trabajar en el que sería su nuevo álbum, Street survivors, un título paradójico para lo que el destino deparaba a la banda. En la portada del disco, los miembros de la banda aparecían mirando al frente y rodeados por llamas. El disco salió a la venta un 17 de octubre de 1977, a los tres días los músicos y sus acompañantes subían a su avión privado, un Convair CV-300, con destino a Luisiana para dar un concierto. El evento finalmente no pudo celebrarse por motivos realmente trágicos. El avión, debido en gran parte a un mal plan de navegación por parte de los pilotos, se quedó sin combustible en pleno vuelo. Estos se vieron obligados a intentar aterrizar de manera forzosa sobre un bosque de Gillsburg, Missisippi. Las consecuencias del aterrizaje fueron terribles para el grupo de rock. Ronnie Van Zant, el guitarrista Steve Gaines, su hermana Cassie, el road manager Dan Kilpatricky y los dos pilotos fallecieron en el acto, el resto se salvó de milagro pero con graves daños.



Primera portada de Street Survivors




Hicieron falta tan solo tres días para que esa imagen de los músicos envueltos en llamas se convirtiese en una terrible realidad. La discográfica, MCA Records, retiró a toda prisa los discos de las tiendas. El premonitorio fondo de llamas fue finalmente sustituido por un sobrio color negro en señal de luto.





Ronnie Van Zantse se salió con la suya al fallecer a tan solo tres meses escasos de cumplir los treinta años. Sus negros y proféticos  augurios se habían cumplido al cien por cien, pero no por ello descansaría en paz para siempre. En el año 2000 un grupo de fans descerebrados y pasados de alcohol profanó su tumba y la del guitarrista Steve Gaines. El ataúd de Ronnie fue abierto y sus restos quedaron completamente expuestos, en el caso de Gaines, parte de sus cenizas fueron esparcidas por el suelo. Lo poco que quedaba del cadáver de Ronnie Van Zant se trasladó a Riverside para que descansara eternamente junto a sus padres.


Muchos otros artistas se adentraron en los más oscuros recovecos de la música, algunas de sus canciones pasaron con el paso del tiempo a engrosar una demoníaca lista de éxitos para la historia del rock. Supongo que más pronto que tarde la nómina de músicos malditos inevitablemente se verá ampliada.



El Octavo Pasajero