martes, 12 de abril de 2011

Vlad Draculea. El Empalador.




Esa frase tan acertada que nos dice que la realidad supera a la ficción, en pocas ocasiones se hace tan brutalmente patente como en este caso que os traemos al Octavo Pasajero. Todo el mundo conoce al famosísimo y sempiterno Conde Drácula. Icono del vampirismo, de la novela gótica y abundantemente representado en el cine con más o menos acierto. Pero la romántica historia de un conde vampiro de los Cárpatos con la que nos deleitó Bram Stoker dista muchísimo de la del personaje real en la que se basó el escritor británico. Entre sus “encantadoras” aficiones no se encontraba la de alimentarse de sangre proveniente de la yugular de sus víctimas. Para ellas tenía reservado por regla general algo mucho peor, un castigo realmente atroz, el empalamiento. Mediante esta técnica ejecutó a miles y miles de personas a lo largo de su reinado de terror.

El empalamiento era una forma de tortura ideada para provocar una muerte muy lenta y extremadamente dolorosa. La víctima era atravesada por una larga estaca por el recto, costado, vagina o por la boca. Posteriormente la estaca se clavaba en el suelo y los desdichados que la sufrían podían incluso tardar unos tres días en morir. Normalmente la estaca era embadurnada con aceite para que la introducción fuera más fácil. Pero como al amigo Vlad disfrutaba con aquello del sufrimiento ajeno, parece ser que en aceite se gastaba más bien poco. Solo con esto nos podemos imaginar a que clase de personaje nos enfrentamos. Que por cierto, está considerado como un héroe nacional en Rumania, país donde no se pudo publicar la novela de Stoker hasta la muerte del dictador Ceaucescu.
Vlad nace en la ciudad de Sighisoara en 1428. Hijo de otro tipo realmente entrañable, Vlad Dracul, Caballero de la Orden del Dragón, nieto de Mircea el grande y soberano de Valaquia. El padre de nuestro amigo se gana por méritos propios el sobrenombre de Dracul, el Diablo. Su crueldad y afición por la tortura y las ejecuciones fueron trasmitidas a su descendencia, sobre todo al pequeño Vlad.

A nuestro personaje, en referencia a su padre, se le conoció Vlad “Draculea”, el hijo del Diablo o el Dragón, cualquiera es válida, ambas palabras representaban simbólicamente lo mismo en ese contexto histórico. En el 1444, a la edad de trece años, Vlad y su hermano menor Radu son enviados por su padres como rehenes al Sultán Murat al castillo de Egrigoz en Asia Menor. Allí pasaría los siguientes cuatro años de su vida. Radu , suponemos que víctima del síndrome de Estocolmo, optó por permanecer en la capital otomana, más tarde sería apoyado por el sultán para ser candidato al trono de Valaquia con el fin de derrocar a su hermano.

El padre de los chicos, Vlad Dracul, es ejecutado por el Voivoda de Transilvania, Iancu de Hunedoara. De esta forma comienzan una serie de movimientos y alianzas diplomáticas, más o menos contra natura, para optar al trono valaco. El joven Vlad Dracul se ve obligado a ponerse del lado turco, con los enemigos de Iancu para poder acceder al trono de Valaquia. Su ascenso al trono se produjo en septiembre de 1448. Aunque en principio solo fue por unas semanas.Vladislav II, pretensor al trono apoyado por los húngaros y la población de origen germano, consigue arrebatar el trono a Vlad.


 Iauncu de Huneodara

Tras unas desavenencias con Iancu en 1455, Vladislav irrumpe en Transilvania arrasando todo a su paso. Ante esto, la realeza de la región dota a Vlad Draculea de un ejército con el que conseguirá derrotar y apresar a Vladislav. Este es decapitado en la ciudad de Tirgusor. El 3 de julio, Vlad se alzó con el trono de Valaquia, comenzando, ahora si, su reinado de terror y la leyenda negra que le acompañará hasta nuestros días. Durante este periodo son constantes las intrigas palaciegas y ejecuciones en masa. Se suceden un sin fin de historias realmente macabras propias de un monstruo y que nos muestran el peligro de la mezcla de un psicópata con el poder de un gobernante absoluto. Procedamos pues a adentrarnos en las más “divertidas” y entrañables.

Especialmente destacable es su enfrentamiento con los Boyardos, la nobleza rural local. A uno de ellos y quizás su más peligroso rival, Dan Voeivod, le obligó a cavar su propia tumba y asistir a sus propios funerales antes de ser decapitado en 1460. Realmente enternecedora la atención prestada por nuestro amigo Vlad a su adversario.

En otra ocasión, en la víspera de Pascua, Tepes convocó una asamblea de Boyardos. En el momento álgido de la celebración, el Voivoda planteó a los comensales unas preguntas. La primera era que cuantos antepasados Boyardos recordaban. Cada uno empezó a recitar los suyos dentro de un clima totalmente festivo y bien regado de vino. La segunda, la que arruinó la fiesta, fue la que si no les parecía que eran demasiados príncipes. Los quinientos boyardos fueron empalados.

 Boyardos

La población de Krondstadt envió una comitiva de emisarios para pactar la paz. Los cincuenta y cinco emisarios fuero magníficamente recibidos y agasajados. Al día siguiente aparecieron todos empalados frente al palacio. Añadir que acto seguido, para culminar tan agradable negociación, Tepes cargó sobre Krondstadt. Arrasó con todo a su paso, empaló a hombres, mujeres y niños. Una vez finalizadas estas desagradables tareas, se deleitó con un magnífico desayuno entre el bosque de empalados.

La crueldad de Vlad parecía no tener fin. Los mendigos fueron el siguiente blanco de sus iras. El consideraba que un país como el suyo no podía tener ese nivel de mendicidad. Así que ni corto ni perezoso reunió a todos los que pudo y les ofreció un gran festín. En plena celebración les preguntó que si querían que les librase de su triste vida. Entre vítores y aplausos los pobres mendigos contestaron evidentemente de manera afirmativa. Dicho y hecho, ordenó a sus soldados que le prendieran fuego a la sala con los pobres pedigüeños en su interior. Ahora que lo pienso, la verdad que era mal asunto que Tepes te invitara a una fiesta. Una forma  un poco brutal de cumplir su palabra pero…

Castillo de Bram

Con los gitanos fue casi más de lo mismo, les ofreció dos opciones. Una, era comerse a los cabecillas de los clanes que estaban condenados a muerte asados vivos, la otra era luchar en primera línea contra los turcos. Ni que decir tiene que opción eligieron a toda velocidad.Al final eligieron banquete.

A unos enviados turcos que habían llegado a la corte, les preguntó por qué eran tan irrespetuosos y no se quitaban el turbante ante su presencia. Los mensajeros respondieron que no acostumbraban a hacerlo ante nadie. Vlad los devolvió a Estambul con los turbantes clavados a los cráneos, reforzando así sus costumbres.



Tepes no era un hombre religioso, pero su moral respecto a las mujeres era de un puritanismo extremo. Toda mujer que mantuviera relaciones carnales fuera del matrimonio era condenada a muerte, así como las viudas que caían en los placeres de la carne y las doncellas que perdían la virginidad previamente a la unión matrimonial. Como es de suponer la pena era, como no, el empalamiento.

 El bosque de empalados

El horrendo bosque de empalados que creó durante su reinado creció hasta la terrorífica cifra de veinte mil personas. Si a esto añadimos los empalamientos realizados en las campañas militares y escarmientos varios, nos vamos por encima de las cien mil personas, aproximadamente un veinticinco por ciento de la población valaca. Una verdadera monstruosidad siendo la demografía de la época la que era, más bien escasa. Entre sus víctimas no había diferenciación entre sexo, edad o rango social, cualquiera era a priori un buen candidato para ser ejecutado.



En su disputa con los turcos se enfrentó al Sultán Muhammad II, el conquistador de Constantinopla. Durante tres años se negó a pagarle los tributos y el sultán no tuvo más remedio que enviar un contingente de temibles soldados jenízaros para solucionar el problema. Vlad fingió que entregaría parte de la deuda pero llegó acompañado de todo un ejército que derrotó a los turcos y apresaron al “negociador” y al general otomano. Os podéis imaginar cual fue el fin de ambos.

Tras derrotar a los turcos, Vlad, inflamado de valor, cruzó el Danubio y allí hizo de las suyas. En una carta al soberano húngaro le comentaba que había acabado con la vida de más de veinticuatro mil de sus enemigos. Estaba muy seguro de tal hazaña pues había hecho amontonar sus cabezas y contarlas.

 Sultán Muhammad II

Muhammad II ante tamaña ofensa montó en cólera y envió a la zona a unos doscientos cincuenta mil hombres. Tepes solo contaba con unos diez mil por lo que el enfrentamiento a campo abierto era imposible. La guerra de guerrillas estaba servida. el Mientras esto sucedía, otra guerra se fraguaba en los palacios, una mucho más sutil. Muhammad, utilizando mil y un ardides diplomáticos que incluían la falsificación documental, consigue que el rey de Hungría ordene el arresto de Vlad Draculea. Randu, el hermano de Vlad, fue elevado al trono de Valaquia patrocinado por el sultanato. Tepes permanecería arrestado durante unos doce años. El trato que se le daba era especial y acorde a su rango. En esos amargos momentos para Vlad como no tenía nadie a quien empalar, los pajarillos e insectos que cometían el error de adentrarse en sus dependencias terminaban empalados. Lo de este hombre era realmente afición.

Llegado el momento el rey de Hungría decidió enviar a Tepes en un contingente de tropas para ayudar al príncipe transilvano Esteban Báthory, que seguro que os suena el apellido. Si no, no os preocupéis, pronto os contaremos la historia en el Octavo Pasajero  del miembro más famoso de esta familia de psicópatas. A todo esto, Vlad recuperó su trono el 11 de noviembre de 1476. Pero la alegría le duró bien poco. A las pocas semanas los turcos sorprendieron en una escaramuza a Vlad. Este solo contaba con doscientos hombres. Estos lucharon con fiereza pero no pudieron evitar que su líder cayera muerto bajo las espadas turcas. La cabeza de Tepes fue enviada a Estambul para ser exhibida públicamente. Incluso así, con la cabeza separada de su cuerpo. Vlad Draculea, el empalador, inspiraba pavor a quien osaba mirarle a sus ojos.


El lugar oficial del entierro de Vlad Tepes es el monasterio de Snagov, en el lago del mismo nombre, cerca de Bucarest. Según el historiador rumano Nicolae Serbanescu, poco tiempo antes de que Stoker publicara su novela sobre el conde vampiro, la tumba de Vlad fue profanada en l875 y sus huesos fueron enterrados en otro sitio que todavía no fue descubierto. Los historiadores Nicolae Iorga y Dinu Rosetti, que realizaron excavaciones en la tumba de Vlad en l933, encontraron sólo huesos de caballo y un anillo con las armas de Valaquia, que se supone perteneció al Voivoda.