miércoles, 10 de agosto de 2011

Joan Pujol "Garbo". El espía que cambió el rumbo de la historia.




Joan Pujol, Garbo

Cuando hablamos de espías generalmente tenemos la imagen estereotipada que nos ha generado la literatura y el séptimo arte. El espía idealizado del imaginario colectivo sería un James Bond, el famosísimo agente doble cero con licencia para matar o un agente Ethan Hunt, de misión imposible. Coches espectaculares, sexo, lujo, glamour, chicas explosivas y peligrosas misiones que salvan al mundo de las garras del supervillano. En muchos casos suponemos que agentes reales cumplirán con el decálogo del espía ideal.  Pero no es el caso de nuestro héroe.  Ni estaba en un primer momento al servicio de su Graciosa Majestad, ni usaba coches de lujo o artilugios diseñados por algún Q. Joan Pujol era un tipo bajito, miope, más bien feo y menos glamouroso cualquier cosa. Pero poseía las mejores virtudes que debe de tener un agente doble. Valor, perseverancia, talento interpretativo e inteligencia, y de esta última en cantidades industriales. En esta ocasión nuestra máquina del tiempo nos llevará a la castigada Europa de a mediados del siglo XX. Espero que a algunos de vosotros os sirva para conocer a uno de los personajes más injustamente tratados por la historia española. La cual permitió que su vida y actos se sumergieran en el océano del olvido y que no se le proporcionara el debido reconocimiento a su mérito. Joan Pujol, Garbo, salvó la vida de millones de vidas y cualquiera sabe que cosas más.

Joan Pujol es alumbrado en Barcelona el 14 de febrero de 1912 en el seno de una familia de la acomodada burguesía catalana. Su infancia transcurrió con total normalidad y nada podía hacer imaginar a nadie que el pequeño Joan tuviera madera de aventurero y menos de espía, solo había que verlo. Políticamente se movía en los círculos liberales de Barcelona y es en esa época cuando estalla la Guerra Civil Española. Ante la pinta de los acontecimientos, opta por esconderse en casa de unos amigos. Pero el escondite solo fue efectivo durante un tiempo. Al cabo de dos años es descubierto y arrestado por las fuerzas republicanas. Es enviado al frente, nada más y nada menos que a la batalla del Ebro. Pero en un alarde de las habilidades que más tarde demostraría en todo su esplendor, logra escaparse y cruzar las líneas hasta unirse a las tropas del general Franco.

 Joan Pujol en el ejercito de Franco.

Con el paso del tiempo se da cuenta de que está en el bando equivocado. Las magníficas relaciones del régimen franquista con la Alemania nazi y la Italia fascista de Benito Mussolini le llevan a tomar la decisión de implicarse en la lucha contra estas en la medida de sus humildes posibilidades. La única forma de volver a traer la democracia a España era ayudando a derrotar a las potencias del eje, y vaya si lo hizo.

Un buen día de 1940 junto a su esposa, Araceli González, una empleada del banco de España, tiene la osada idea de presentarse en la embajada británica y ofrecerse para ser agente doble, ¡¡¡casi nada!!!. Es de suponer que cuando el funcionario o el encargado de estos temas en la embajada vio la pinta de Joan pensó que se trataba de algún loco o algo parecido. Así que los británicos en principio le dieron largas con el típico “no se preocupe que ya le llamaremos” y santas pascuas.

 Joan Pujol junto su esposa, Araceli González.

Pero la negativa no haría desfallecer a Pujol en ningún caso. Así que urdió un hábil estratagema y con un par de narices, por no decir otra cosa, se ofreció esta vez a los alemanes. Y estos si le hicieron caso.

La actuación en la embajada alemana fue soberbia, de tal nivel que inmediatamente fue reclutado para el espionaje germano. Es de suponer que su condición de ex combatiente por parte del bando franquista le ayudó muchísimo para infiltrarse. Aseguró a los alemanes que conocía a la perfección Gran Bretaña y sus costumbres, que pasaría totalmente desapercibido. Joan no había puesto un pie en suelo británico en su vida.

Así que dicho y hecho, en Julio de 1941, pertrechado con documentación falsa, dinero, los imprescindibles botes de tinta invisible y alguna que otra dirección para servir de tapadera, nuestro héroe fue enviado a realizar las labores propias de un espía en suelo británico.

Pero Joan tenía otro plan, jamás llego a Londres y Lisboa fue su destino. Su equipo era más bien escasillo y sobre todo barato. Nada de alta tecnología a lo Bond. Con una guía de viajes de la ciudad londinense, un mapa y una guía de trenes se inventó unos informes que más o menos dejaron alucinados a los servicios secretos alemanes, ver para creer. El problema del matasellos de la correspondencia lo solucionó a base de talento interpretativo. Hizo ver a los alemanes que tenía contactos con un piloto de líneas aéreas que ejercía de correo y que hacía llegar sus informes desde Londres a Lisboa para evitar sospechas. Los alemanes no se podían creer con la mina que habían dado. Los informes, supuestamente enviados desde Liverpool, daban detalles sobre fortificaciones, concentraciones de tropas, envíos de armas por tren y movimientos de barcos británicos, eran excelsos y magníficamente documentados. ¡¡¡Y todo se lo inventaba!!!  No había un solo dato real. Valor no le faltaba al muchacho, un error y adiós mundo cruel. La clave del asunto era que solo les contaba lo que ellos estaban deseando oír, psicológicamente les estaba ganando la partida por goleada. Así que los alemanes pusieron toda su confianza en él y fue bautizado con el nombre en clave de “Rufus”.

Joan Pujol siguió intentando ofrecerse para colaborar con los británicos pero solo recibía la callada por respuesta. Duros de roer estos británicos. Así que en 1942 ideó un plan para demostrar su valía. Su agente fantasma infiltrado de Liverpool comunicó a los alemanes que un convoy se encontraba a punto de partir rumbo a Malta. Los alemanes estaban realmente preocupados con las misiones procedentes de la isla mediterránea. El castigo al que se estaba sometiendo al Afrikakorps por parte de estas misiones estaba siendo devastador para las fuerzas germanas e italianas. Así que inmediatamente comenzaron todos los preparativos para la caza del convoy. Como no podía de ser de otra manera, los alemanes se encontraron con que el convoy nunca llego a Malta. Garbo lo justificó con un cambio de planes de última hora por parte del mando militar aliado, algo bastante común en ese momento por los servicios de contraespionaje y que ocurría un día si y otro también. Así que Joan en ningún momento vio menguada su  credibilidad para los alemanes. Hasta el mejor escribano tiene un borrón, pensaron los teutones. La jugada llegó a oídos del MI-5, el servicio secreto británico, que pudo verificar que un solo hombre había sido capaz de movilizar la Armada de Hitler.  Ahora si que no dudaron en contactar con él. Los miembros del MI-5 no se podían creer lo que había organizado Joan. Un ciudadano de a pié, sin formación específica en espionaje y que les estaba dando toda una lección de infiltración y de cómo tenía que moverse un agente doble. Inmediatamente fue reclutado, y dadas sus dotes interpretativas recibió el nombre de “Garbo”,  por supuesto en honor a la famosa actriz.

 Emblema de MI-5

Ya aceptado por los británicos, que trabajito le costó al pobre hombre, fue trasladado a Londres. Una vez allí, Garbo se creció. Destapó el tarro de las esencias y su “gran mentira” comenzó a crecer y crecer. Informó a los alemanes de que su red había sido ampliada con cuatro nuevos agentes. Algunos de ellos, todos imaginarios claro, tenían incluso línea directa con los germanos y ellos mismos recibían las peticiones de informes de los asuntos que preocupaban al mando alemán. Todas ellas eran debidamente respondidas por el Comité de los Veinte. Dando por supuesto una de cal y otra de arena a la hora de informar, no había que levantar la menor sospecha. Los alemanes estaban realmente entusiasmados. La labor de Rufus estaba siendo realmente espectacular y la confianza en él era total.

 Emblema del Afrikakorps

Pero no todo fue coser y cantar, ser espía no es tan fácil. Garbo también tuvo sus momentos complicados. En la primavera de 1942, en el contexto de la operación “Antorcha”, los aliados preparaban la invasión del África norte. Parte de la flota se encontraba atracada en el puerto de Liverpool. El problema radicaba en que si los alemanes tenían conocimiento de que la flota había partido de ese lugar y su informante no daba ninguna noticia solo había dos opciones, que no existía tal agente o que era un traidor y con ambas, toda la estructura creada por Garbo se vendría abajo inexorablemente. Pero no había situación que se le resistiera al gran Garbo. En otro alarde de genialidad montó una trama en la que su agente era diagnosticado de una enfermad terminal. El pobrecillo duró el tiempo justo para que los alemanes mordieran el anzuelo. Una esquela que comunicaba su fallecimiento apareció en un tabloide londinense. Los alemanes tuvieron conocimiento de la noticia y como eran unos chicos muy educados, mandaron flores y una nota con sus más sentidas condolencias a la desconsolada viuda del heroico agente imaginario. Descanse en paz.

Y no creáis que la cosa se quedó ahí. Garbo aumentó su nómina de agentes infiltrados y colaboradores imaginarios hasta los veinticinco. Algunos de ellos infiltrados en las más altas esferas gubernamentales de la “Pérfida Albión”. Cada uno de ellos con una personalidad, una vida familiar, una manera de hablar diferente, eran personajes realmente bien trabajados y complejos. Ni el mejor director de cine o teatro habría conseguido unos personajes con tal profundidad. Cientos de informes secretos y miles de mensajes emitidos vía radio llegaron hasta los alemanes. Todos ellos salieron de la lúcida mente de Joan Pujol “Garbo”. Imaginaos como fue el trabajo que realizó que en 1944 fue condecorado por su majestad el rey Jorge VI de Inglaterra, si, el del "Discurso del rey", con la Orden del Imperio Británico. Y para colmo, a su vez recibió de los alemanes la Cruz de Hierro por sus servicios al III Reich, en esa ceremonia prefirió no estar presente. Habría sido pasarse un poco de chulería, ¿no creéis? Este hecho es algo sin precedentes, nunca nadie antes lo había conseguido, ni antes ni después, realmente increíble. Y aunque esto suene al final de la película, no se levanten aun de sus asientos que llega el desenlace de la historia y el final es de traca.

Cruz de Hierro de Joan Pujol
  Jorge VI de Inglaterra



Las fuerzas aliadas comenzaron a diseñar la invasión de Europa y el punto elegido para el desembarco era las playas de Normandía. Pero había que despistar a Hitler, si los alemanes permanecían atrincherados en la fortificada costa del norte de Francia la operación sería un rotundo fracaso. Así que se dio paso a la “Operación Fortitude”.  El objetivo era hacer creer al mando alemán que los aliados desembarcarían en Calais, a unos 250km del punto de desembarco real. Para esta operación incluso se “sacrificó” al General Patton, que lo dejaron al mando de un ejército ficticio al sur de Inglaterra. Conociendo el carácter del general, que era un desquiciado de tomo y lomo, habría que escucharlo. En un primer momento los alemanes fueron bastante reticentes, pero la labor de Garbo fue determinante. Utilizando todo su ingenio consiguió que mediante informaciones contradictorias y todo tipo de ardides, los alemanes desviaran un gran contingente de tropas hasta Calais. El pez había picado y no lo dejarían escapar. Joan Pujol estaba cambiando el rumbo de la historia. Prácticamente estaba salvando al mundo de la oscuridad nazi en la que podría haberse sumido. Un españolito de a pie, con pinta de todo menos de espía, había realizado el milagro. De este modo los aliados, dejando atrás a miles de caídos en las playas de Normandía, abrieron una brecha que a la postre daría como resultado la caída de Adolf Hitler y su régimen de terror que asolaba Europa. El final todos lo conocéis.

Desembarco de Normandía, el Dia D. 



Tras la guerra, el héroe Joan Pujol “Garbo”, como colofón a su historia, se ve obligado a fingir su propia muerte. Como comprenderéis a los alemanes no les haría mucha gracia cuando se enteraran de que su magnífico agente “Rufus” en realidad les había estado engañando desde el minuto uno. Fue trasladado a Venezuela bajo una identidad falsa. Ni siquiera su mujer y sus hijas tuvieron noticias de él hasta cuarenta años más tarde. Cuando fue localizado en los años ochenta en Venezuela por un periodista de investigación británico. Entonces fue cuando se dio a conocer su historia y es realmente aclamado en una visita que realizó a la capital británica. Joan fallece en Caracas el 10 de Octubre de 1988, dejando el soberbio legado que os hemos contado resumidamente. Es realmente triste pensar que un hombre que hizo tanto por el mundo tuviera que huir, esconderse durante cuarenta años y no tener un merecidísimo y público homenaje, sobre todo por parte de sus compatriotas. Espero que este artículo sirva como humilde homenaje para Garbo y que su figura sea al menos conocida por alguien más.


 El espía que volvió de la muerte.

El Octavo Pasajero