sábado, 1 de marzo de 2014

Posibles pruebas de vida en un meteorito marciano hallado en la Antártida



Un equipo de científicos del Centro Espacial Johnson en Houston, y del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) en Pasadena, California, ambos de la NASA, han encontrado evidencias de agua y marcas que pudieron haber sido producidas por organismos biológicos en el pasado a lo largo de un meteorito marciano encontrado en la Antártida. El hallazgo ha reavivado el debate en la comunidad científica sobre la vida en Marte, pero los investigadores, cautos, no descartan que esas grietas y microtúneles hayan sido formadas por causas químicas no biológicas.

En 1996, un grupo de científicos liderados por Johnson David McKay, Everett Gibson y Kathie Thomas-Keprta publicó un artículo en la revista Science que anunciaba el descubrimiento de pruebas biogénicas (producidas por un organismo biológico) en el meteorito Allan Hills 84001 (ALH84001), pruebas que han sido descartadas por otros investigadores que consideran que, en realidad, estos restos pueden haber sido creados por reacciones químicas sin implicar procesos biológicos.

Ahora, Gibson y sus colegas han estudiado un nuevo meteorito marciano de 13,7 kilos conocido como Yamato 000593 (Y000593). Y, de nuevo, el equipo, dirigido esta vez, por Lauren White, del JPL, cree que diferentes estructuras y características de composición dentro de la roca recientemente descubierta sugieren procesos biológicos que podrían haberse producido en Marte cientos de millones de años atrás.

«Mientras que las misiones robóticas a Marte siguen arrojando luz sobre la historia del planeta, las únicas muestras del Planeta rojo disponibles para su estudio en la Tierra son los meteoritos marcianos», afirma White. «En la Tierra, podemos utilizar múltiples técnicas analíticas para estudiar en profundidad los meteoritos y arrojar luz sobre la historia de Marte».

Los análisis encontraron que la roca se formó hace alrededor de 1.300 millones de años de un flujo de lava en Marte. Hace unos 12 millones de años, se produjo un impacto en el planeta que expulsó el meteorito de la superficie. La roca viajó por el espacio hasta que cayó en la Antártida hace unos 50.000 años.

La roca fue encontrada en el glaciar de Yamato en la Antártida por una expedición japonesa de investigación en 2000. El meteorito fue clasificado como marciano por la composición de los átomos de oxígeno dentro de los minerales de silicato y los gases atmosféricos marcianos atrapados.

El equipo encontró dos conjuntos distintivos de las características asociadas con la arcilla derivada de Marte. El primero son grietas y microtúneles que se abren paso a lo largo del meteorito. Los microtúneles observados muestran formas ondulantes curvas consistentes con las texturas alteradas por las bacterias observadas en los vidrios basálticos terrestres.

Además, hallaron esférulas de un tamaño de nanómetros a un micrómetro que se intercalan entre las capas dentro de la roca y son distintas del carbonato y la capa de silicato subyacente. Características esféricas similares se han visto anteriormente en el meteorito marciano Nakhla que cayó en 1911 en Egipto. Mediciones de la composición de las esférulas de Y000593 muestran que están significativamente enriquecidas en carbono en comparación con las capas circundantes.

Sorprendentemente, estas dos características del Y000593, recuperado de la Antártida después de unos 50.000 años tras su impacto, son similares a las que se encuentran en el meteorito Nakhl, recogido poco después de que cayera.

Los autores señalan que no puede excluir la posibilidad de que las regiones ricas en carbono puedan ser el producto de mecanismos abióticos (no biológicos). Sin embargo, las similitudes de textura y la composición de los elementos en las muestras terrestres, que han sido interpretados como biogénicos, implican la «intrigante posibilidad» de que en las rocas marcianas se formaran por la actividad biótica. Según Gibson, las marcas del meteorito revelan un pasado acuoso con un componente importante de carbono. Por su parte, White reconoce que no tienen la clave final para afirmar que ha existido algún tipo de vida en el Planeta rojo en el pasado, pero que deben continuar las investigaciones.