domingo, 24 de julio de 2011

Gilles de Rais. La historia de "Barba Azul"



 Gilles de Rais

Algo que nos ha demostrado la historia a lo largo de los siglos es que la combinación del poder, ya sea socio-económico o militar, con la mente de un psicópata, generalmente da como resultado un reguero de víctimas inocentes en mayor o menor cuantía. Ya sea por acción directa o indirecta, es algo casi inevitable. El caso de Gilles de Rais no es una excepción. Una mente enferma que por un tiempo pudo encontrar el equilibrio y la paz deseada, pero en el momento que se apagó el faro que iluminaba su negro corazón, la caída en la oscuridad despertó la bestia que había enjaulada en su mente. En esta ocasión las coordenadas espacio-temporales que introduciremos en nuestra orwelliana máquina del tiempo serán: Francia, 10 de Septiembre de 1404. Ignición y nos vamos…..

Ese día viene al mundo un precioso bebé al que sus padres llamarán Gilles de Montmorency-Laval. Como no tendrían más sitio en el castillo de Champtocé, el alumbramiento se produjo en la Torre Negra, que ya son ganas con el nombre del sitio. Pero la llegada al mundo de su primogénito varón inundo de felicidad cada rincón del castillo. 

Castillo de Champtocé

El pequeño fue creciendo y poco a poco comenzó a aflorar en él, la sociopatía que le acompañó hasta su muerte. Un buen número de nodrizas y tutores pasaron por él, pero ninguno de ellos aguantaba demasiado tiempo, Gilles era mucho Gilles.

Un buen día, cuando Gilles contaba con 9 años de edad, su padre Guy II de Laval partió para una de sus habituales cacerías, que para eso era noble. Pero la tragedia se cruzó en el camino del padre de nuestro protagonista. Un jabalí malherido por el propio Guy, en un último arrebato de lucha por su vida consiguió clavar los colmillos en el abdomen del noble francés. Este fue trasladado a su castillo, quería esperar la muerte junto a los suyos. Guy en su agonía dio la orden de llamar a su primogénito para poderse despedir de él. La escena que presenció Gilles le marcaría para siempre. Nunca podría quitarse la imagen de su padre en un charco de sangre con las vísceras prácticamente fuera. Los daños fueron tremendos, tanto en el cuerpo del padre como en la mente del hijo. Pronto sabremos por qué.

Al poco tiempo la madre de Gilles, Marie de Craon, siguió el camino de su difunto esposo. Así que Gilles y su hermano René quedaron bajo la tutela de su abuelo materno, Jean de Craon, que era lo único que le hacía falta a Gilles. Éramos pocos y parió la abuela…

El abuelo, lejos de ser el dulce abuelito que debería de haber sido, era un tipo cruel, despiadado y con una carencia total y absoluta de escrúpulos. Se encargó de inculcar en los niños el orgullo y la soberbia propia de los pertenecientes a tan alta alcurnia. Pero a pesar de eso y como a todos los abuelos, el nieto no le hacía el menor de los casos.

Al cumplir los catorce años, su abuelo le regaló una espléndida y carísima armadura milanesa para ser nombrado caballero. Tras el nombramiento, en un primer momento el niño era feliz entrenando a diario con muñecos de prácticas, sacos, etc. Pero pronto se dio cuenta de que era realmente aburrido. El muñeco no respondía a sus mandobles de espada. Y no tardó en ir un poco más allá. Tras cepillarse con sus juegos a algún que otro inocente animalillo que pululaba por la fortaleza, llegó el día en el juego fue con otro ser humano. El desafortunado que tuvo la genial idea de jugar con Gilles a batirse en duelo con armas de verdad, fue su amiguito Antoine. Lo típico, en el juego la cosa se fue calentando poco a poco hasta que salió a relucir la ira de Gilles. Este no tuvo otra cosa que clavar la hoja de su cuchillo a Antoine en el cuello. Pero en lugar de prestarle ayuda, se sentó, y se limitó a observar con placer y curiosidad como a su amigo se le iba la vida a chorros, desangrándose poco a poco. Digno de todo “elogio”. Y tenía solo quince años.

El abuelo por su condición de noble y el padre del chico por su condición de humilde plebeyo, llegaron a un acuerdo económico que zanjó el asunto y Gilles quedó sin castigo. Como hasta el abuelito estaba hasta el gorro de Gilles, este pensó que enviar a su nieto a la guerra, la de los Cien Años, sería lo mejor para que terminara de curtir su carácter y para que allí diera rienda suelta a sus violentos instintos. A ver si volvía más relajadito.

A las órdenes del Duque de Bretaña, Juan V, siempre luchó en primera línea. Los que le vieron batallar comentaban que lo hacía como poseído por un demonio. El fragor de la batalla, la sangre derramada y los gritos de dolor le llevaban casi a la locura. Era casi excitación lo que llegaba a sentir. El placer de liberar la bestia que llevaba en su interior.

Una vez finalizada la campaña militar, Gilles volvió a casa. Ya tenía diecisiete años, así que era hora de empezar a buscar pareja. Cualquiera, y más siendo un noble caballero francés, habría cortejado a una hermosa y noble dama hasta que se convirtiera en su esposa. Gilles no hizo eso, faltaría más. Raptó a su prima Catherine de Thouarson de quince años y al día siguiente contrajo matrimonio con ella. Con esta unión se convertirían en la casa más rica de Francia. Pero la familia de la novia no permaneció quieta, así que empezaron a mover los hilos para anular el enlace. Imaginaos como le sentó esto a Gilles, que montó en colerá y no tuvo otra cosa que hacer que raptar también a su suegra, encerrarla en una mazmorra y alimentarla a pan y agua. Evidentemente llegó un momento en que la familia de la novia cedió a las pretensiones del yerno y los castillos que exigía le fueron entregados. Lo que se dice una magnífica relación suegra-yerno.
 
Blasón de Gilles de Rais

A Gilles las chicas como que no le atraían demasiado, mas bien nada y así es casi imposible traer descendencia. Esta no llegó hasta los siete años de matrimonio y gracias!! Suponemos que con una borrachera previa. Al poco tiempo Catherine huyo del castillo con su hija para nunca más volverle a ver. El tampoco hizo mucho por revertir la situación que digamos.

Al poco tiempo Gilles fue reclutado por el Delfín de Francia, Carlos VII. Este era conocedor de sus dotes en el campo de batalla y que sus hombres le seguirían hasta el fin. Fue en ese momento cuando ocurrió algo que cambiaría su vida, al menos por un tiempo. Gilles conoció a Juana de Arco, otra esquizofrénica de tomo y lomo. La Doncella de Orleans provocó que en su corazón surgiera un pequeño atisbo de luz y que hubiera un poco de paz y equilibrio en su mente.

 Gilles de Rais y Juana de Arco

Gilles y Juana fueron dotados por el Delfín Carlos de un ejercito. Su misión sería la de liberar Orleans del asedio de los ingleses. Pues ni más ni menos que ocho días les bastaron para derrotar a los ingleses y levantar un sitio que duraba meses. La entrada en la ciudad fue apoteósica. La población los consideró como los salvadores de Francia. Sus nuevos héroes pátrios. Las victorias militares se sucedieron una tras otra. Gilles inflamado espiritualmente por Juana sentía verdadero fervor por ella. La consideraba la voz y la imagen de Dios en la tierra. Y por Dios mataría a todos los ingleses que hiciera falta. Salvó la vida de Juana en cuantiosas ocasiones, casi cuando ya era inevitable. Se convirtió en su fiel protector. Fueron quizás los mejores momentos en la vida de Gilles. Se sentía feliz, inspirado e invencible. Tales fueron sus  hazañas que en 1429, a los veiticinco años de edad fue nombrado Mariscal de Francia. Nunca nadie había conseguido este título a tan temprana edad. Debido a este cargo y a sus victorias, el ya Mariscal Gilles de Rais consiguió una enorme fortuna. En esta época es cuando recibe el sobrenombre de”Barba Azul”, por los tonos azulados de su negra barba. Era realmente feliz, pero muy pronto todo se vendría debajo de golpe.

 Representaciones de Juana de Arco, la Doncella de Orleans.


En el asedio de Compiégne, Juana es capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Con el objetivo de desprestigiar a Carlos VII es juzgada por un tribunal eclesiástico bajo la acusación de brujería. La acusación se basó en el hecho de que escuchaba voces en su interior y estas no podrían provenir de otro que no fuese el diablo. Tras tres meses de juicio inquisitorial es condenada a morir en la hoguera culpable de herejía y hechicería. Gilles de Rais en el momento que conoce los hechos reune un ejército de mercenarios a los que paga de su propio bolsillo. Pero no puede llegar a tiempo para evitar el fatal desenlace. Juana es ejecutada el 24 de mayo de 1431. Gilles se queda a escasos 25km de Ruán y poder salvar a su idolatrada Juana de Arco.


Ejecución de Juana de Arco


El equilibrio que había conseguido con Juana de Arco en vida se viene abajo en un instante. El sádico y perturbado que había en él se habrió paso con total virulencia.

En 1432 fallece su abuelo. El único que podría poner un freno en la espiral en la que estaba cayendo Gilles. Ahora era libre para dar rienda suelta a sus más bajos y perversos instintos. En su castillo de Tiffauges, en la Vendée, organizó una corte en la que el dispendio de dinero era la regla habitual. Gilles lo gastaba a manos llenas. Su gusto por las artes y sobre todo por la música hizo que contratara a los mejores cantantes y músicos de toda Francia. Su obsesión por el sonido del órgano llego a tal punto que aparte de tener una impresionante colección de ellos, se hizo construir órganos portátiles que le acompañaban sonando a cualquier lugar al que se dirigiera de su castillo. Da escalofríos imaginar a Gilles de Rais paseando por las mazmorras con lá música de órgano sonando de fondo a su paso, realmente tétrico.

 Gilles de Rais, Mariscal de Francia.

Increiblemente es nombrado clérigo, la Iglesia nunca dejará de sorprenderme, y se rodea de un séquito de nada más y nada menos de cincuenta eclesiásticos. Especialmente cara fue la obra teatral que encargó para conmemorar la batalla de Orleans. Más de ciento cincuenta actores,  con vestuario y decorados de verdadero lujo. Los actores que encarnaban a los soldados iban ataviados con armaduras reales. La entrada era gratuita y para colmo  invitaban a comida y vino. ¡¡Como para no ir a semejante evento!!!

Poco a poco comienza la debacle económica. No era para menos. Las arcas de Gilles estaban vacías y comenzó a malvender algunas de sus propiedades. Los que antes le adulaban y vivían de su enfermiza afición al despilfarro le abandonaron ante la situación. Al igual que como ya contamos en el caso de Erzesebet de Bathory, Gilles comienza a rodearse de una corte de alquimistas, brujas y demás fauna esotérica.
 
Uno de los más influyentes fue un tal Prelatti, con el que Gilles mantenía una relación homosexual. Este le prometió el oro y el moro a base experimentos alquímicos. En ese momento Gilles estaba realmente obsesionado con la figura del diablo, lo sentía por cada rincón de su castillo. Le convencieron de que la única manera de apaciguarlo era a través de la entrega de sacrificios humanos, especialmente niños y jóvenes,  ya le podían haber convencido con otra cosita…  Gilles de Rais no le pondría ninguna pega a tal consejo, sería todo un placer.

Sus sirvientes comenzaron a recorrer pueblos y aldeas en búsqueda de niños y jovenzuelos para su señor. En algunas ocasiones, él mismo se personaba ante los padres de las criaturas para explicarles la suerte que tenían de que sus hijos pasaran a su servicio como pajes. Así tendrían la oportunidad de poder forjarse un futuro mejor. Por supuesto esos padres nunca más volverían a saber más de ellos. Más de mil de ellos cayeron en las garras de este desalmado en un periodo de ocho años. La cifra realmente es pavorosa. Aunque lo realmente pavoroso acaecía en el castillo de Tiffauges.

 Castillo de Tiffauges

Una vez que llegaba la noche comenzaban los ritos, conjuros y las orgías de sexo y sangre. Los chicos eran brutalmente torturados, violados y finalmente asesinados de las más brutales formas. En algunas ocasiones la violaciones eran incluso post mortem. Algunas víctimas eran desmembradas ante la aterrorizada presencia de otros secuestrados. Aunque su afición favorita era la de abrir en canal a su víctima, dejar a la vista las vísceras y sentarse a observar como se le escapaba la vida al pobre desdichado. La imagen que presenció de su padre en su niñez la recrearía en cuantiosas ocasiones. También era muy de su gusto el sentarse sobre la víctima en sus últimos estertores de muerte y en algunos casos abrazarla con ternura. En algunas ocasiones organizaba junto a sus sirvientes concursos de belleza entre sus víctimas, lo terrible del asunto es que al concurso solo se presentaba la cabeza del candidato al premio. Unos tipos realmente encantadores.

El número de desapariciones llegó a tal extremo que las autoridades tuvieron que tomar cartas en el asunto, ¡¡¡a buenas horas mangasverdes!!! El obispo de Nantes ordenó investigar los hechos. Y dedujeron rapidamente que las desapericiones no eran casuales ni muchísimo menos. Como se suele decir coloquialmente, la policía no es tonta.

Gilles de Rais ya estaba en el punto de mira de las autoridades y no tuvo otra cosa que hacer que por una disputa por la venta de uno de sus castillos, raptar al hermano del tesorero del Duque de Bretaña. El Duque de Bretaña envió a su hermano, el Condestable del Rey, a liberar al hermano de su tesorero y a apresar a Gilles de Rais.

El 15 de Septiembre de 1440, Gilles se entregó junto Prelatti y el resto de sus secuaces y fue enviado a prisión, de las confortables por supuesto que para eso era noble y muy pronto comenzaron los interrogatorios. En un primer momento, como no podía ser de otra manera, se declaró inocente. Pero las pruebas y testimonios eran irrefutables y el 15 de Octubre del mismo año, en uno de sus arrebatos típicos se autodeclaró culpable y se mostró terriblemente arrepentido. Seguidamente digamos que cantó la Traviata sin cortarse un pelo. Lo que contó fue realmente aterrador. Los presentes no podían creerlo. Describió con todo lujo de detalles las barbaridades que realizó en sus víctimas, la mayoría de ellas entre siete y veinte años. El catálogo de actuaciones iba desde violaciones a decapitaciones, pasando por colgamiento en ganchos, desmembraciones y demás sutilezas. Incluso llegó a confersar que en pleno frenesí sexual llegó a beber la sangre que brotaba del cuello de los niños mientras aun vivían. En definitiva. una locura total y absoluta. 

“Solo” se pudieron constatar con pruebas unos doscientos asesinatos, pero fueron más, muchisimos más, demasiados. Fue condenado por asesinato, herejía y sodomía. Francia entro en estado de shock al conocerse los detalles.  Era casi imposible de asimilar. ¿Como uno de los mayores héroes de Francia podía haberse convertido en un ser tan maligno?

El día 26 de octubre de 1440 Gilles de Rais, junto a dos de sus compinches, habiendo rechazado la gracia y perdón Real por ser Par de Francia, fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para morir en la horca. Terminaba así la vida de Gilles de Rais, Barbazul, Mariscal de Francia. Sus restos mortales fueron enterrados en la iglesia de las carmelitas de Nantes, a petición del propio Mariscal.

 Representación de la ejecución de Gilles de Rais.


A día de hoy se conserva casi la totalidad de actas y documentos del proceso de Gilles de Rais. Aquí os dejo unos extractos íntegros de su declaración, realmente terroríficos:

Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes, niños y niñas, y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos. Aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados.

Confieso que maté a esos niños de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura. A algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos, con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos. A otros los até con cuerdas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente.

Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos, y me complacía ver su agonía...

Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla, el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por los gusanos.

Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo. Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla.

Los comentarios creo que sobran. Esta es la historia de uno de los seres más malignos que pisado la faz de la tierra. Ojalá nunca más nazca nadie como él.



El Octavo Pasajero.


sábado, 2 de julio de 2011

Qin Shi Huang. El Emperador Dragón.



Qin Shi Huang


Uno de los personajes más apasionantes y poco conocidos de la antigüedad fue el primer emperador chino, Qin Shi Huang. El megalómano y egocéntrico gobernante que bajo su mando consiguió la reunificación de los reinos que conformarían la futura China y responsable de alguna que otra de las maravillas arquitectónicas del mundo antiguo. Un personaje complejo, grandioso en algunos casos y brutal y despiadado en otros. Pero  algo de lo que podemos estar seguros es que todavía nos dará mucho que hablar, habiendo transcurrido ya más de dos mil años desde la fecha de su óbito.

Cuando Zheng, su verdadero nombre, viene al mundo, China era un conglomerado de pequeños estados gobernados por señores feudales. Los conflictos bélicos entre estos estados eran eternos. Si no luchaban con unos, luchaban con otros, era un bucle sin fin. Poco a poco, debido a las anexiones de los reinos más pequeños a los vencedores su número se redujo hasta siete.

Zheng nació en Handan en el 260ac, la capital del estado enemigo de Zhao. Hijo de Zichu, un príncipe de la casa real de Qin que era rehén del rey de Zhao por un acuerdo entre los dos estados. Con el tiempo, Zichu pudo retornar a Qin con su hijo y se las ingenió, más bien conspiró,  para ascender al trono de Qin.

Tras la muerte de su padre y a los doce años de edad, Zheng ascendió al trono en el 247ac bajo una regencia. Pero Zheng no estaba dispuesto a permitir que el poder residiera en otra persona que no fuera él. Así que a los veintiún años de edad planificó y ejecutó un golpe en palacio que derivó inevitablemente en la reunificación de todo el poder en su persona. Muy pronto se puso manos a la obra. Para empezar, ya que por motivos obvios no le caía muy bien el buen señor, ejecutó a Lao Ai, el amante de su madre, quien se había levantado contra él. De paso y como nunca se sabe lo que puede pasar en el futuro también ejecutó a los dos hijos que éste había tenido con su madre, la reina. A su madre la confinó indefinidamente, una madre es una madre. Y finalmente se deshizo de su principal rival, el canciller Lu Buwei, del que las malas lenguas decían que era su verdadero padre, pero en fin, dejémonos de chismes...

Una vez que su poder era ya realmente incontestable, Zheng se lanzó a la conquista de los reinos vecinos. Esta contienda, iniciada en el 236ac contra los otros seis reinos, duró doce años. Los enemigos fueron sucumbiendo ante sus tropas unos tras otros. En los reinos conquistados fue abolido el feudalismo, y sus respectivos nobles obligados a residir en la capital de Qin para estar bajo una estrecha vigilancia. 

Solo le quedaba un reino por conquistar, Wei, y no pararía hasta conseguirlo, fuese al precio que fuese. Sometió a asedio a la capital Daliang. Como el asedio no era efectivo no se le ocurrió otra cosa que desviar el curso del río Amarillo para inundar la ciudad, poquilla cosa vamos. Como después veremos era una “obrita” sin imporancia para lo que vendría después. Pero en contra de lo habitual y esperado, su rival fue capaz de derrotarlo y aniquilar a sus doscientos mil soldados. Como desde luego el que falte gente en China no es problema. Zheng reunió un nuevo ejército, esta vez de quinientos mil hombres, con los que al fin pudo derrotar a su rival. En el 221ac los siete reinos se convirtieron en uno solo y Zheng se convirtió en emperador, pasando a llamarse Qin Shi Huang.

Su poder y dominio sobre los antiguos siete reinos era total. Pero existía  una amenaza cercana a sus fronteras que podía causarle problemas. Los hunos, procedentes de las llanuras de Mongolia. Así que una de sus primeras, y megalómanas, medidas fue la ampliación de la Gran Muralla. No le tembló el pulso en tener prácticamente esclavizados a casi dos millones de sus súbditos, que se dice muy pronto, en las tareas de tamaña construcción.


 La Gran Muralla china.

Qin Shi Huang y su canciller Li Si unificaron China económicamente mediante la estandarización de pesos y medidas, la moneda, y sobre todo una lengua única para todo el país. 

Poco a poco su ególatra personalidad creció hasta límites verdaderamente insospechados. Se hizo rodear de un poderosísimo y fiel ejército a su alrededor. Y como no le bastaba con construir la Gran Muralla, ordenó que fueran construidos en su honor palacios repartidos por todo el país, pero la cosa no quedó ahí ni mucho menos.

Un noble llamado Shun, tuvo la feliz y genial idea de criticar al Emperador Qin Shi Huang, que había que tener valor por cierto para hacerlo. En su crítica no tuvo otra cosa que hacer que citar las hazañas de reyes anteriores a la unificación. Y dado el ego del amigo Qin, este no dudó en ordenar la quema de todos los documentos que hacían referencia a periodos anteriores a su reinado, con la excepción de algún que otro tratado de agricultura. Para Qin Shi Huang la historia china comenzaba con él. Es difícil de imaginar el altísimo coste cultural y científico que habrá supuesto para la humanidad tal decisión. También decir que evidentemente el noble Shun no pudo efectuar ninguna crítica, ni ninguna otra cosa más. Como a todo aquel que se cruzaba en su camino, fue enterrado vivo.

Al poco tiempo de la unificación, Qin Shi Huang comenzó la construcción de su mausoleo. El complejo funerario tenía que ser acorde a la grandeza de su persona. Así que pronto se pusieron manos a la obra. Más de setecientos mil abnegados súbditos participaron en su construcción durante casi cuarenta años. Este se levantaba en la montaña de Lishan, en Xian. Las cifras eran realmente abrumadoras. El recinto medía 56km cuadrados, de base cuadrangular con una longitud de 350m y 76m de altura. La forma, una vez más en la historia, es piramidal. 


Representación infográfica del mausoleo de Qin Shi Huang

 Túmulo de Qin Shi Huang en la actualidad.

En un primer momento su idea era la de hacerse enterrar con su ejercito a su muerte, que ya le valía al muchacho… Pero al fin sus consejeros pudieron convencerle de que no hiciera semejante burrada. Le hiceron ver el peligro que correría el país si los soldados se fueran al otro mundo con su poderoso señor. Así que ordenó que se tallaran las imágenes de sus soldados de élite para que fueran enterrados junto a él, ¡¡que manía con enterrar…!!. Su idea era que de esta forma seguiría controlando el ejército aun después de muerto. Quizás una vez conquistado este, no es de extrañar que se propusiera conquistar el otro mundo. Los arqueólogos han encontrado por ahora más de siete mil figuras de terracota policromadas todas diferentes unos de otras. Entre estos hallazgos hay carros de guerra con sus caballos y armas de bronce. 


Ejército de Terracota

Carro de guerra.


 Yacimiento arqueológico de los guerreros de terracota.

Según los escritos, la tumba dispuesta para Qin Shi Huang fue excavada hasta el nivel freático, las paredes fueron reforzadas con planchas de cobre. En el suelo había un río de mercurio, sobre el cual flotaba el ataúd de oro donde reposaría el emperador con su armadura de jade. En el techo de la estancia donde se hallaba el ataúd, estos antiguos escritos cuentan que están representadas con gemas preciosas las constelaciones del firmamento. El piso de la cámara mortuoria estaba decorado con un mapa de China y pinturas de paisajes de su amplísimo reino. La estancia estaba iuminada por una “Lámpara perpetua", dando luz eterna a tales maravillas. Pero acceder a la tumba no será fácil ni muchísimo menos. La entrada está custodiada por cientos, o miles, quien sabe, de ballestas controladas por precisos mecanismos, contra posibles profanadores. Me viene a la mente Indiana Jones sorteando flechas envenenadas en alguna antigua sepultura. Se piensa que estas armas podrían funcionar a día de hoy gracias al tratamiento recibido con cromo, con lo que el óxido no habría hecho mella en sus mecanismos.

 Representación de la tumba de Qin Shi Huang.

A todo esto y siguiendo con el hilo de la historia, Qin no había muerto aun, aunque ya lo habíamos matado y enterrado, pero poco le faltaba ya. 

El emperador dio su paso al más allá mientras realizaba una visita a la zona oriental de su imperio. De hecho, la verdadera razón de este viaje era encontrar las legendarias islas de los inmortales y su secreto de la vida eterna. Los constantes intentos de asesinato le habían obligado incluso a dormir cada noche en un palacio diferente y a la utilización de dobles. Así que la mejor solución para su problema era localizar ese mágico elixir. Pero al pobre hombre no le dio tiempo de encontrar semejante maravilla. En el otoño del 210ac, Qin Shi Huang, el Emperador Dragón dejó este mundo para ponerse al mando de sus guerreros de terracota.

La muerte le encontró en Shaqiu, a dos meses de distancia de la capital del imperio. Si esta noticia llegaba a ser pública, el riesgo de levantamiento era elevadísimo. Imaginaos lo contentas que estaban estas buenas gentes después de levantar la Muralla China, el Mausoleo, los palacios… Es para estar bastante mosqueados. Aparte de los brutales métodos que solía utilizar su “amado” gobernante para mantener la ley, el orden y sobre todo su poder absoluto. Asi que el primero ministro Li Si decidió ocultar la muerte de Qin y emprender regreso a Xiangyang.

La mayor parte del séquito imperial que acompañaba al emperador no fue informado de su muerte. Cada día Li Si entraba en el carruaje donde se suponía que viajaba el emperador y fingía que ambos debatían sobre asuntos de estado. La secretísima naturaleza del emperador mientras vivía permitió que esta estratagema funcionara a la perfección y que no despertara dudas entre los cortesanos. Li Si, en una hábil maniobra, ordenó también que dos carros que contenían pescado se llevaran inmediatamente antes y después de la diligencia del emperador. La idea tras esto era evitar que la gente percibiera el nauseabundo olor proveniente del carruaje del emperador, donde su cuerpo se estaba empezando a descomponer severamente. Que malos y fatigosos ratitos tuvo que pasar el pobre hombre fingiendo conversaciones con el muerto en pleno proceso de putrefacción. Pasados los dos amargos meses, Li Si y la corte imperial estuvieron de vuelta en Xiangyang, donde se anunció la noticia de la muerte del emperador.

Como a Qin Shi Huang no le gustaba hablar sobre su muerte, nunca llegó a redactar un testamento. Después de su muerte, Li Si y el jefe eunuco Zhao Gao convencieron a Huhai, segundo hijo del emperador para que se inventara un falso testamento en el que él sería designado sucesor del emperador. A Fusu, verdadero sucesor en el trono se le invitó amablemente a que se suicidara si no era mucha molestia para él. Así Huhai se convirtió en sucesor de Qin Shi Huang, el Emperador  Dragón, unificador de China y responsable de alguna de las maravillas jamás construidas por lo hombres.

Quizás en los próximos años las autoridades chinas den el paso definitivo de poder sacar a la luz por completo el maravilloso complejo funerario de Qin Shi Huang. Para ello habrá que cambiar de localización varios pueblos y alguna que otra factoría industrial, pero con los chinos nunca se sabe.



El Octavo Pasajero