A los 99 años de edad, el vietnamita Tran Van Tiep no ceja en su
empeño por hallar un supuesto tesoro enterrado por los militares
japoneses al terminar la Segunda Guerra Mundial en el sur de Vietnam. Cada
año, Tiep renueva la licencia que le permite excavar en una montaña
bajo la que cree enterradas 4.000 toneladas de oro y joyas por un valor
de 200.000 millones de dólares en la provincia de Binh Tuan (1.500 kilómetros al sur de Hanoi).
"Empecé
a buscar el tesoro en 1957 y no me moriré sin encontrarlo. Aunque no me
dieran el permiso seguiría buscándolo", afirma el anciano, que el
pasado diciembre también recibió autorización para usar explosivos. En
su opinión, las fuerzas japonesas enterraron un tesoro de unas 4.000
toneladas de oro y joyas bajo un monte cerca de la bahía de Ca Na, en el
sur de Vietnam, antes de su rendición en la Segunda Guerra Mundial. El
equipo contratado por el anciano asegura haber dado con indicios por
medio de una tecnología de georadiación magnética.
"Tenemos
pruebas de que existe una gran cantidad de metal debajo de la montaña,
pero aún tenemos que comprobar si se trata de oro y joyas", declaró Than
Nien (Juventud) Vu Van Bang, portavoz de Tiep. Ataviado con un
pijama, los ojos ocultos tras unas gruesas gafas de pasta, y con
dificultades auditivas, el hilo de voz con el que Tiep empieza a
desgranar su teoría va ganando fuerza a medida que avanza su relato. "Sé lo que estoy haciendo, tengo confianza y no tengo miedo a nadie", sostiene en su casa de Ho Chi Minh (antigua Saigón).
El anciano, que camina sin necesidad de bastón, muestra orgulloso sus mayores hallazgos en la zona excavada, una espada imperial japonesa
con su vaina, una cachimba metálica partida, dinero japonés de la época
y dos insignias militares niponas que desenterró en 1992. "También
poseo mapas que no puedo enseñar a nadie y que prueban la existencia
del oro", declara el cazatesoros, que dice poseer la información
privilegiada desde 1957.
"No sólo tengo documentos, desde hace más de 50 años me visita en mis sueños un soldado japonés que viene del más allá y me da instrucciones para hallar el tesoro", dice. Según
el anciano, las riquezas fueron robadas por los invasores japoneses en
pagodas, bancos y museos en China, la antigua Indochina francesa,
Filipinas y otros territorios ocupados por las fuerzas imperiales
niponas.
Por el momento, la aventura le está saliendo cara: en
2011 tuvo que desembolsar 500 millones de dongs (23.500 dólares o 17.200
euros) a la administración provincial por los daños medioambientales
causados.
"Es incontable el tiempo y el dinero que he gastado
desde que empecé mi búsqueda. Pero no hago esto por dinero, de hecho
destinaré el tesoro a obras de caridad", indica.
El
supuesto botín japonés ha alimentado las fantasías de cazatesoros en
Asia, especialmente en Filipinas, donde decenas de personas de todo el
mundo siguen cavando en su busca en las zonas montañosas al norte de la
isla de Luzón en busca del oro supuestamente enterrado por el general
Tomoyuki Yamashita.
Al contrario que las riquezas expoliadas por
el Ejército nazi en Europa, halladas (al menos en parte) y devueltas
años después a sus países de origen, el oro apropiado por las fuerzas
japonesas en Asia nunca fue descubierto y se propagó el rumor de que fue
ocultado.
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