John Cramer, investigador de la Universidad de Washington,
acaba de publicar los resultados de su último trabajo, una “grabación”
del sonido del Big Bang , una simulación basada en los datos de la misión europea Planck, cuyos resultados fueron publicados hace apenas unas semanas.
Para ello, se ha basado en las mediciones de la radiación cósmica de
fondo (CMB) obtenidas por el satélite, el último rescoldo de calor que
procede directamente de la gran explosión que originó el Universo en que
vivimos hace casi 14.000 millones de años.
La misión Planck, en efecto, acaba de realizar un detallado
mapa (en la imagen superior) que refleja las sutiles diferencias de
temperatura que mostraba el Universo «recién nacido», irregularidades
térmicas (llamadas anisotropías) alrededor de las cuales los físicos
creen que pudieron a empezar a desarrollarse las estructuras materiales
(galaxias) que podemos ver en la actualidad.
«Soy un profesor emérito de Fisica en la Universidad de
Washington – escribe Cramer en su pàgina web- Hace unos diez años,
cuando los datos del satélite WMAP sobre la radiación cósmica de
microondas (CMB) estuvieron disponibles, llevé a cabo un cálculo
matemático para reproducir el sonido del Big Bang. Ahora he decidido
volver a hacer lo mismo con los nuevos datos de la misión Planck, de la
ESA». El nuevo espectro, afirma el investigador, «llega a frecuencias mucho más altas que las obtenidas por el WMAP, y ofrece por lo tanto una fidelidad mucho más alta del sonido del Big Bang».
El sonido, realmente impresionante, está disponible en Internet en
varias versiones, que van desde los 20 segundos a los 8 minutos de
duración. El efecto resulta similar a lo que los sismólogos describen
como un terremoto de magnitud 9, capaz de causar que toda la Tierra
vibre como una campana. Solo que en este caso, la vibración recorre todo
el Universo. La simulación comienza cuando el Universo tenía 379.000
años de edad (momento en que las partículas pudieron empezar a unirse en
átomos y el Universo se hizo transparente) y representa sus primeros
760.000 años de evolución, siguiendo fielmente las variaciones en la
radiación de fondo medidas por la misión Planck. «El espaciotiempo mismo
-asegura Cramer- vibra cuando el Universo es lo suficientemente
pequeño».
A medida que el Universo se enfriaba y se expandía, explica
Cramer, las longitudes de onda se iban estirando, lo que equivale a
sonidos cada vez más graves. El sonido, en efecto, era tan grave que el
científico tuvo que aumentar su frecuencia diez sextillones de veces, lo
que equivale a un uno seguido de 26 ceros, para que las grabaciones
resultantes fueran audibles para el ser humano. Cramer, que compagina
sus clases en la Universidad de Washington con su trabajo en el
Brookhaven National Laboratory, asegura que «se trata de algo muy
interesante que he querido compartir. Es otra forma de echar un vistazo
al trabajo que estamos haciendo».