Las palabras ‘colapso civilizatorio’ comienzan a aparecer con una inusitada
frecuencia en los documentos oficiales de agencias de seguridad y organismos
internacionales. Primero fue un estudio del Goddard Space Flight Center de la NASA en el que se
advertía que la convergencia de las crisis alimentarias, energéticas,
económicas (incremento de la desigualdad social) y del agua generará un colapso
de la civilización en las próximas décadas. Unas pocas semanas después llegaba
a semejantes conclusiones un panel intergubernamental de
la ONU formado
por 60 científicos y representantes de un centenar de países. Estos días ha
sido el turno del Pentágono, que trabaja en la coordinación del “Día Después” (del colapso).
El informe del departamento de defensa norteamericano, llamado Conop 8888,
tiene como objetivo instruir al ejército patrio para garantizar la supervivencia
de la humanidad (incluso de las “poblaciones de países tradicionalmente
enemigos”). Los autores del documento dibujan un escenario ficticio
postapocalíptico, a partir del cual se diseñan diferentes estrategias
para salvar a la población.
Las amenazas son diversas, pero el tema elegido para este “ensayo general”
son los tan de moda zombis. Una metáfora para emular los retos a los que se
deberán hacer frente cuando llegue el denominado “Day After Tomorrow”,
como explicó la capitana y portavoz del Comando estratégico, Pamela
Kunze, a Foreing Policy, la primera publicación que ha
tenido acceso íntegro al documento desclasificado por el Pentágono.
El informe del departamento de defensa
norteamericano tiene como objetivo instruir al ejército para garantizar la
supervivencia de la humanidad. El plan de contingencia para actuar
ante un posible colapso de la humanidad consta de 31 páginas y fue
diseñado en el año 2011. Desde entonces, un Comando Estratégico del
ejército de EEUU se entrena bajo sus directrices en una base situada a
las afueras de la ciudad de Omaha (Nebraska). En realidad, y según han
informado al canal NBC fuentes cercanas al Pentágono, se trata de una
“herramienta de formación” de militares que utilizan un “escenario ficticio”
para instruirse en las labores propias de una gran catástrofe planetaria.
El desafío zombi como metáfora de la escasez
Las amenazas sobre un posible colapso mundial, de las que han venido
alertando científicos a título individual, como instituciones públicas y
privadas son muchas y diversas. Algunas de las más importantes y no citadas
anteriormente son el Resource Stress de KPMG o el Food, energy, water and the climate: a perfect storm of
global events?, elaborado por el comité científico del Gobierno
británico.
El plan de contingencia para actuar ante un
posible colapso de la humanidad consta de 31 páginas y fue diseñado en el año
2011. Todos estos informes coinciden en que la escasez (alimentaria,
de agua o energía) será la base común denominador del posible colapso
civilizatorio. Es por ello que el cambio climático es otro de los conceptos más
presentes en estos catastróficos documentos, y la razón de que el Pentágono
eligiese el desafío zombi como metáfora de todos los posibles riesgos a
los que se enfrenta la humanidad a corto y medio plazo.
Uno de los primeros en alzar la voz fue el nonagenario James
Lovelock, el autor de la refrendada hipótesis de Gaia (que
concibe al planeta como un superorganismo) e inventor del revolucionario
detector de captura de electrones. Sin agua, sin electricidad, sin aire limpio
para respirar y con una gran parte de la corteza continental hundida bajo
el agua, sólo el 30% de la población mundial logrará sobrevivir al
colapso medioambiental que Lovelock fechó para el año 2030. Los
últimos acontecimientos climáticos en Europa han sido un punto de
inflexión (aunque la sequía cada vez más extrema lleve años afectando al
continente africano) y Lovelock se inclina por la teoría de que “es
demasiado tarde para evitar la catástrofe”.
Contextualizando el colapso ambiental en España
En un sentido menos catastrofista se expresaba el científico Gerardo
Benito, investigador del CSIC y uno de los siete científicos españoles
que han participado en la redacción del último informe del Panel
Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas. “Sin
duda, el cambio climático incidirá directamente en los ecosistemas terrestres,
particularmente en aquellas especies que no tienen capacidad o posibilidad de
migrar o adaptarse a las nuevas condiciones, como los reptiles, los
anfibios, etc., así como la vegetación. Otra amenaza importante es la
erosión de la línea de costa y la subida del nivel del mar, que sin
duda tendrá un impacto importante en el Levante”.
Contextualizando
en el caso de España, Benito añadía que nuestro país “presenta sectores muy
vulnerables al cambio climático. En particular destacaría el turismo, la
energía y la agricultura. Se prevé que el calentamiento
global aumente las temperaturas diurnas y las noches tropicales en
verano, llegando a convertir en incómodos los veraneos en España. La
energía, tanto hidráulica como de centrales nucleares, depende enormemente de
las precipitaciones por lo que, con el aumento de las sequías, estas energías
pueden presentar problemas. La agricultura igualmente depende de los recursos
hídricos, superficiales y subterráneos. Estos últimos disminuyen de forma
dramática ante la falta de recarga de los acuíferos”.
El informe del IPCC en el que colaboró Benito resumía los riesgos para la
humanidad en cinco grandes apartados: violencia y enfrentamientos entre
países por el acceso los recursos; aumento del precio de los alimentos
(entre un 3 y 84% hasta el año 2050) y ‘puntos calientes’ de hambre; amplios
territorios sin acceso a recursos hídricos (por cada grado centígrado
suplementario (de calentamiento), los recursos de agua potable disminuirían en
un 20%); desigualdad económica y generalización de la pobreza; enfermedades
crónicas y auge de las infecciones.
La ONU debate prohibir los ‘robots asesinos’
Otra seria amenaza a corto plazo, menos visible, pero igualmente peligrosa,
es la de los robots asesinos. Aunque parezca ciencia ficción, éstos ya son una
realidad, y no nos referimos solamente a los drones militares,
sino a otras armas que ya están usando diversos ejércitos. Tanto es así, que
las armas letales autónomas se han convertido en una seria preocupación
internacional hasta el punto de que la
ONU discutirá desde mañana y hasta el viernes su posible
prohibición o, al menos, limitación.
Todos estos informes coinciden en que la escasez
(alimentaria, de agua o energía) será la base común denominador del posible
colapso de la civilización. La reunión con diplomáticos y responsables
militares se celebrará en Ginebra con la presencia de los 117 países firmantes
de la Convención
de Naciones Unidas para la
Prohibición de Armas Inhumanas. La misma que decidió
prohibir en la década de los 90 las armas láser cegadoras. Eso sí, una
vez que ya habían sido utilizadas en el campo de batalla. Un extremo que el
director de la sede europea de la
ONU, Michael Moeller, pretende evitar en
esta ocasión: “El derecho internacional suele responder a las atrocidades y al
sufrimiento una vez que ya han ocurrido, pero ahora tenemos la oportunidad de
tomar medidas preventivas”.
Las organizaciones Human Rights Watch y Amnistía Internacional
habían solicitado ya la prohibición de los robots asesinos. Al no existir
una regulación internacional en la materia se carece de cifras globales sobre
cuántas unidades de “robots asesinos” hay en funcionamiento, pero sí existen
datos fiables por países y que presentan a Estados Unidos
y China como algunos de sus principales productores y consumidores.
EEUU es el líder en la robótica militar y tiene desplazados unos 11.000
vehículos aéreos no pilotados y 12.000 robots terrestres, mientras que otros
países, como China, Israel, Taiwán, Corea del Sur, Reino Unido y Rusia, también
producen este tipo de armamento.