Percy Harrison Fawcett
¿Quién no ha soñado alguna vez en su juventud con ser el protagonista de aventuras como el gran Indiana Jones? Buscar reliquias y tesoros en antiguas ciudades olvidadas. Todo es aparentemente fantasía. Pero…, ¿Existió alguien real, de carne y hueso, parecido al ya inmortal personaje de Steven Spielberg y George Lucas? La respuesta es rotundamente afirmativa. Y no creáis que le va demasiado a la zaga al intrépido aventurero cinematográfico. Es más, los creadores de Indi, claramente se basaron en nuestro personaje de hoy, el Coronel Percy Harrison Fawcett. Una historia verdaderamente apasionante, en una época en la que coincidieron aventureros tan grandes como Ernest Shackleton, al que ya tratamos en el Octavo Pasajero, Roald Amundsen, Robert Falcon Scott y para culminar el póker de ases, el propio Percy Harrison Fawcett. Pero no nos demoremos, una gran aventura nos espera…
Nuestro personaje viene al mundo en 1867 en Devon, Inglaterra, en el seno de una muy bien posicionada familia británica. En ese momento, la Inglaterra victoriana es la potencia dominadora de la época. Gran parte del planeta está bajo su influencia. El padre de Edward Fawcett, era un reputado miembro de la Royal Geographic Society. Su hermano mayor Edward Douglas fue alpinista, ocultista y afamado escritor de novelas de aventuras. Como veréis, la familia como que aburrida no era. Las sobremesas tenían que ser verdaderamente soberbias.
Siendo un joven y apuesto muchacho, sus aventuras comenzaron bien pronto. Se enroló en la Real Artillería Británica a los diecinueve años de edad. Su primer destino fue en la exótica y lejana Ceylán, donde se inició en el misticismo hindú. Al igual que su hermano, tenía debilidad por el ocultismo y el esoterismo. Practicó el espiritismo y la teosofía. De hecho, fue un fiel seguidor de la ocultista rusa, Madame Blavatsky. En algunos momentos llegó al extremo de incluso utilizar la ouija para la toma de algunas decisiones. Ahí es nada.
Madame Blavatsky
Estando en Malta aprendió técnicas de topografía. Estas le servirían en primer lugar para realizar destacados trabajos para el ejercito en los más dispares lugares del mundo y posteriormente para trazar e interpretar los mapas de sus futuras y aventureras expediciones.
Nuestro héroe contrajo matrimonio en 1901 con Nina, la que será la madre de sus tres hijos. Dada su desahogada posición económica, cualquier persona “normal” habría optado por una tranquila y cómoda existencia en su Inglaterra natal. Pero la genética de Percy hizo que eso fuera imposible. Sentía la llamada de la aventura, no había nacido para la confortable y aburrida vida que le esperaba en Londres.
Percy y Nina Fawcett
Tras ejercer como espía en Marruecos, hizo de todo el muchacho, Fawcett fue fichado por la Royal Geographic Society para realizar exploraciones cartográficas en Sudamérica. Dichas expediciones se realizaron para resolver una disputa fronteriza entre Brasil y Bolivia. Una vez en Sudamérica, fueron cuatro las expediciones realizadas bajo su mando para tal fin. En ellas vivió aventuras que bien podrían haber servido para alguna que otra escena del anteriormente citado Dr. Jones. Aunque sus relatos ciertamente podrían parecer algo exagerados, los peligros a los que se enfrentó fueron ciertamente reales. Desde el enfrentamientos con los esclavistas empresarios del caucho y sus matones, a más que roces con tribus indígenas caníbales, flechas envenenadas, cerbatanas, pasando por picaduras de insectos, ataques de serpientes, y por no decir los accidentes geográficos a sortear. Decir que especialmente milagrosas fueron sus escapadas en las expediciones de Beni y Acre.
Sus siguientes expediciones pasarían por Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba. Pero de donde Percy Fawcett se quedó cautivado para siempre fue de la región suroccidental amazónica, entre Brasil, Perú y Bolivia. Fueron las descripciones de la agreste naturaleza salvaje del lugar las que inspiraron a su amigo, el famosísimo escritor Arthur Conan Doyle, si, el de Sherlock Holmes, para su novela “El mundo perdido”. Fawcett se había enamorado de la selva centroamericana. Se había impregnado de sus mitos y leyendas. Y su siguiente aventura sería realmente especial.
Mientras en Europa comenzaba la terrible I Guerra Mundial, Fawcett, continuó por un tiempo con sus viajes, especialmente por Brasil. Aquí fue donde en una de sus visitas tuvo acceso a un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro. En dicho manuscrito, numerado como el 512, de a mediados del siglo XVIII, un nativo de Minas Gerais, relataba que junto a un grupo de hombres encontraron en plena selva una ciudad perdida que no constaba en ningún mapa ni registro. Dicha ciudad estaba habitada por una civilización muy desarrollada. Este hallazgo marcó y de que manera el devenir de Percy Harrison Fawcett. La búsqueda de rastros e indicios que pudieran hacerle llegar hasta esa ciudad se convirtió en casi una obsesión. La denominó ciudad Z. Investigó viejos mapas de expediciones portuguesas y otros pergaminos antiguos. En uno de estos legajos se describía la expedición de un tal Francisco Raposo, que supuestamente descubrió monumentales ruinas y una ciudad perdida en Minas de Muribeca, Brasil, en 1743, y que posteriormente desapareció en la selva. Sus investigaciones le llevaron a estar convencido de la existencia de una civilización superior protegida por tribus caníbales en plena Amazonía. Fawcett buscaba ruinas iluminadas por luces que nunca se apagaban e indigenas de tez blanca que poseían ídolos mágicos. Realmente alucinante.
Tras su participación en la Gran Guerra, Fawcett estaba completamente decidido a organizar una expedición para encontrar esa fantástica y misteriosa ciudad. Allá por 1920 consiguió reunir los fondos necesarios para iniciar semejante aventura. Esta vez estaría acompañado por su hijo Jack y su amigo Raleigh Rimell, ambos de veinticinco años de edad. En Marzo de 1925 partieron de Cuiabá en busca de la ciudad Z. Al parecer llegaron hasta el territorio de los indios bacairí, donde anteriormente había estado el Coronel Fawcett sin poder seguir adelante, en aquella ocasión. Su objetivo principal era alcanzar la Sierra del Roncador. El creía firmemente en la existencia bajo esta sierra de una ciudad subterránea. Fawcett había estado en el Tíbet. Por esta causa y por su amistad con la anteriormente citada Madame Blavatsky estaba muy familiarizado con los mitos de las ciudades subterráneas de Agharta y Shambala. Y por alguna razón que él sólo conocía, consideraba que en el Amazonas había una ciudad subterránea llamada Manoa, perteneciente a una civilización a la que él denominaba como Ágata. El 29 de mayo la familia recibió la última misiva del explorador. Este no quiso revelar su localización por miedo a que otras personas se enteraran. Pero en ella desvelaba que ya conocía la ubicación exacta de la ciudad Z y que su internada en la selva para encontrarla era inminente. Se expresó en los siguientes e inquietantes términos:
"….Si no volvemos, no deseo que organicen partidas de salvamento. Es demasiado arriesgado. Si yo, con toda mi experiencia, fracaso, no queda mucha esperanza en el triunfo de los otros. Esa es una de las razones de por qué no digo exactamente hacia donde vamos... Ya sea que pasemos y que volvamos a salir de la selva, que dejemos nuestros huesos para pudrirse en ella, una cosa es indudable: la respuesta al enigma a la antigua Suramérica... y quizás el del mundo prehistórico... será encontrada cuando se hayan localizado esas antiguas ciudades y queden abiertas a la investigación científica. Porque las ciudades existen, de eso estoy seguro."
Jack Fawcett y Raleigh Rimell
Los indios bacairís le acompañaron guiándole hasta el río Culiseu abajo. Allá al parecer encontraron otra aldea de indios Nafuquá, quienes le condujeron hasta una aldea de indios Kalapalo, con la promesa de que les daría algunos obsequios. Estos obsequios consistían en unos collares que llevaba en una caja y que les mostró. El indio que le servía de guía se llamaba Kabukuiri. Era de la tribu kalapalo y cuando llegó Fawcett donde los nafuquá, estaban allí de visita ofreciéndose a llevarlos a su aldea.
Jack Fawcett
Raleigh Rimell
Llegados a la aldea de los kalapalo se encontraron con que no había un alma. Todos los indios andaban de caza y se habían ido con toda la tribu a otro lugar donde tenían otras viviendas, una aldea de verano a orillas del Río Kuluene. Fawcett decidió ir a esta aldea de verano acompañado por el guía Kabukuiri para hablar con el gran jefe Cayado de los indios kalapalo".
Poco después, el Coronel Fawcett acompañado por Jack y Raleigh llegaban a la aldea y se informaron que más adelante, en el interior de la selva, hacia la dirección que él quería ir había indios realmente peligrosos. Entonces Fawcett empezó a querer economizar los presentes que llevaba consigo. Cuando vio que los kalapalo les recibían bien y no les amenazaban, decidió guardar los regalos para darlos a los indios más bravos y así apaciguarlos. Esto como que no le sentó muy bien a su guía, al que había prometido que le daría un puñado de collares de los que llevaba.
Sierra de Roncador
Quienes los vieron con vida por última vez los ubicaron el plena selva en un punto entre dos ríos, el Xingú y Das Mortes, con un muy apropiado nombre. Al poco tiempo los rotativos de todo el mundo anunciaron la desaparición de la expedición liderada por el coronel Fawcett. A partir de entonces comenzaron las expediciones de rescate y el misterio comenzó y de que manera.
Para muchos, los tres aventureros fueron asesinados por su guía. Otros decían que Fawcett y su hijo se encontraban entre una tribu de indios salvajes que los tenía como ídolos y que estaban vivos, actuando como los reyes de la tribu. De hecho, una india nafaquá que iba acompañada por un indio kalapalo contó a una expedición que durante muchos años, hombres blancos convivieron con la tribu Aruvudu. Ella vio a tres hombres blancos que bajaron por el Río Kuluene. Uno era anciano, alto, de ojos azules, barbudo, calvo. Otro más joven, hijo de él y otro blanco de mayor edad. Hacía un año aún estaban sanos y salvos entre los indios aruvudus. El viejo era ahora el jefe de la tribu y el hijo se casó con la hija de otro jefe llamado Jernata. La pareja tuvo un hijo varón, pequeñito, de ojos azules y cabello color maíz. Eran muy estimados por la tribu. Al ser cuestionada de por qué no escapaban, dijo que no tenían balas para sus armas y estaban rodeados de feroces tribus suyás y kayapós.
Como veréis hay versiones para todos los gustos, ¿quién puede saber la verdadera? Sinceramente creo que es mejor así. Prefiero pensar que Fawcett encontró esa fantástica ciudad y junto sus acompañantes pasaron el resto de sus vidas aprendiendo de una desarrollada civilización. Este sería un final más divertido y misterioso para esta historia digna de una gran película. Que tiempos aquellos para la arqueología y para los descubrimientos. Realmente algunos de los protagonistas de estas “locas” aventuras estaban hechos de otra pasta.
El Octavo Pasajero.