El universo de
las filosofías, en su mayoría orientales, que contemplan el sexo como algo más
que un sistema de reproducción de la especie o de disfrute personal está lleno
de fascinantes teorías, asombrosas doctrinas y curiosos personajes y
seguidores. Si hubiera que elegir alguna de ellas por su originalidad y
misterio habría que hablar de las Tigresas
Blancas, una sociedad secreta taoísta formada exclusivamente por mujeres, cuyo
objetivo es restaurar su juventud y conseguir la iluminación a través del sexo,
ya que la energía sexual, según creen, es la más poderosa de todas las que
dispone el ser humano.
Existe todo un
protocolo y unas fases para hacerse tigresa blanca y su principal actividad es practicar el mayor
número de felaciones posibles, porque esta es la manera más rápida y eficaz de absorber la
energía sexual masculina. Su nombre hace referencia al tigre, el símbolo
de la mujer y del yin. Las hembras de esta especie deben copular más de cien veces para quedarse preñadas, ya
que necesitan una cantidad superior de
esperma al de otros animales, por eso se dice que tienen una gran
capacidad de seducción, ya que deben atraer a muchos machos. El color las relaciona con los tigres
blancos, muy poco comunes, nada convencionales y solitarios, como las
integrantes de este colectivo.
Cuando una habla
de esta sociedad no sabe muy bien que tiempo verbal utilizar, porque aunque se
cree que tuvo su origen en la época del Emperador Amarillo (2.500 a.c.) en
China, su estado actual se desconoce totalmente. ¿Existen todavía?, ¿cuántas
tigresas blancas quedan en la actualidad? Son preguntas sin respuesta que
acrecientan la leyenda y el interés por esta sociedad secreta. Valérie Tasso
trató de contactar con alguna de estas mujeres cuando escribía El otro
lado del sexo (Plaza Janés), libro en el que habla de estas discípulas
taoístas, además de otros temas, pero sus esfuerzos no fueron recompensados y
solo descubrió a Jade Lee,
escritora americana de origen chino de novela erótica, que cuenta con una serie
de libros –La tigresa blanca, La tigresa ardiente, la tigresa arrinconada (Leisure
Books)– inspirados en esta hermandad secreta.
El único documento fiable sobre este colectivo lo constituye el libro Enseñanzas
sexuales de la tigresa blanca: los secretos de las maestras taoístas, de
Hsi Lai (Obelisco), publicado en España en 2003. El autor, un experto en
taoísmo, pudo introducirse en este mundo gracias a que alguien le puso en
contacto con Madame Lin, la
matriarca de un distinguido linaje de tigresas blancas, quien le reveló
algunos de los muchos protocolos y métodos que utilizan estas mujeres para
conseguir sus fines. Las conversaciones tuvieron lugar en 1986 en Taipei y, por
aquella época todavía existían, según cuenta el autor, grupos de estas mujeres en Taiwan, Japón,
Tailandia, Hong Kong, Corea y EEUU.
La leyenda afirma que si se siguen los métodos de este grupo, una mujer puede rejuvenecer entre cinco y
quince años. Este colectivo rechaza
la cirugía estética y recurre a métodos naturales para mantenerse joven.
Sus prácticas tratan de imitar el comportamiento sexual de las adolescentes, ya
que el sexo debe tener esa parte lúdica de la primera juventud, cuando hay una
excitación y exploración sin límites. Lo que ocurre es que con los años, la
mayor parte de la gente pierde este espíritu y entonces empieza a envejecer. Las tigresas blancas tratan de
alimentar constantemente el deseo y eso es lo que les permite retrasar al
máximo la menopausia. Muchas, se dice, la hacen hasta desaparecer (¿?).
Pero obtener una buena condición física y engañar al reloj biológico ni es el
fin último de una tigresa, sino un requisito para poder poner en práctica
enseñanzas más avanzadas. Como en el yoga o las artes marciales, primero se
trabaja el plano físico para luego, pasar al ámbito de lo espiritual.
Convertirse en
una tigresa blanca es un proceso laborioso que requiere de nueve años, divididos en tres periodos de tres años cada uno.
En el primero, llamado de restauración,
se trata de retrasar el envejecimiento, al mismo tiempo que se tienen el mayor número posible de contactos sexuales
con hombres para practicarles la felación y aprovechar los
múltiples beneficios de la energía sexual. Los otros dos periodos: de conservación y de
refinamiento, se dedicarán a acumular el chi (energía vital) y a refinar
el shen (espíritu y conciencia), respectivamente.
La tigresa blanca
es un ser solitario y no tiene
pareja estable. Dispone de amantes con
los que se ve, única y exclusivamente, para practicar el sexo, llamados dragones verdes. Antiguamente, la
mayor parte de las tigresas no trabajaban y se buscaban un mecenas que pudiera mantenerlas durante los
duros años de prácticas, a esta figura se la conoce como Dragón de Jade y también se
beneficia de los avances y conocimientos de la tigresa. Estos dos personajes no suelen vivir juntos y, si lo hacen, solo tienen relaciones sexuales una vez por
semana. El Dragón de Jade presencia,
sin ser visto, las felaciones de su tigresa pero no puede masturbarse ni
eyacular y hay todo un reglamento que define minuciosamente como
debe ser la relación entre una tigresa y un dragón de jade. Como dice el libro
de Hsi Lai, “según la tradición popular china, el tigre es el animal más
dominante de la tierra. Su homólogo, el dragón, es considerado el animal más
dominante del cielo. En sentido metafórico, siempre están luchando entre sí, intentando dominarse el uno al
otro. Cuando sin embargo se unen y entremezclan en un éxtasis lleno de dicha,
alcanzan la armonía suprema”.
Ante la pregunta
de por qué esa fijación de las
tigresas con la felación, habiendo tanta variedad de prácticas sexuales,
hay varias respuestas. Primero porque nos devuelve a la fase bucal tan propia
de la infancia, en la que la boca
es nuestro órgano de exploración primordial. El sexo oral aumenta la circulación sanguínea en
la cara del que lo practica, además de poner en funcionamiento un montón
de músculos faciales, que generalmente no utilizamos. Se coge aire por la nariz
y no por la boca, que es como deberíamos respirar siempre, y se segregan varias
sustancias muy beneficiosas: saliva, líquido seminal –el que se expulsa antes
de la eyaculación- y semen. De las propiedades de este primer fluido se habla
en el libro de Hsi Lai: “Según el departamento de biomedicina del King’s
College de Londres, la saliva extrae del cuerpo, a través de sus glándulas,
altas concentraciones de proteínas, calcio, potasio, cloro y sodio, es decir,
unos elementos básicos para la nutrición y desarrollo humanos. En sí, la saliva
no proviene del agua sino que es un producto del metabolismo de una proteína
llamada urea. Lo más importante de las glándulas salivales es que, mediante un
proceso de ósmosis, literalmente extraen dichos nutrientes del cuerpo y los
redistribuyen por él“.
El líquido seminal, llamado también
lágrimas de dragón por los taoístas, se cree que ayuda a que la mujer recupere su juventud y vitalidad.
Las propiedades del semen, de todos conocidas,
son también muy valiosas. Sin embargo las
tigresas nunca se lo tragan, sino que se lo esparcen por la cara y los pechos a modo de mascarilla de belleza,
ya que se cree que ayuda a mantener la piel tersa y sin arrugas. “Mediante el
coito, la mujer concibe un hijo carnal. Mediante el sexo oral, vuelve a
engendrar las tendencias de su niñez”, dice el Manual de la Tigresa
Blanca, un libro muy antiguo que recoge la filosofía de este grupo y que
Madame Lin, dejó ojear a Hsi Lai para que escribiera su obra.
La promiscuidad
de las tigresas se explica también en el manual anterior, en la siguiente
sentencia, “Un encuentro furtivo,
clandestino y apasionado con un extraño fuera del hogar reporta más beneficios
que hacerlo cien veces tranquila y relajadamente en casa con la pareja”.
Evidentemente, si lo que se busca es la excitación, la aventura y el juego,
variar de partenaire resultará esencial para este propósito. Conseguir 'dragones verdes', es decir
amantes, es una de las principales tareas de estas mujeres, que
despliegan –a su juicio– dos armas infalibles para tal fin: la sumisión y el
exhibicionismo. Claro que la primera cualidad hay que entenderla al modo oriental
–me hago la complaciente, aunque en el fondo soy yo quien lleva las riendas– y
no a la manera occidental –soy tu esclava y no pinto nada–. En el libro de Lai,
Madame Lin compara la sumisión con “un vaso vacío dentro del cual se pueden
introducir nuevas experiencias y sabiduría”, y continúa, “la sumisión es el
estado más natural y beneficioso en el que puede sumirse una mujer, ya que el
hecho de someterse es la forma más poderosa de dominar al otro”. La práctica
misma de la felación puede ser vista por muchos como un acto, un tanto servil,
de la mujer hacia el hombre. Sin embargo, ¿quién tiene en realidad el poder
cuando el miembro de él está en la boca y entre los dientes de ella?
La otra
herramienta para conseguir dragones verdes es el exhibicionismo, y en esto las
tigresas son grandes maestras, eligiendo ropa provocativa y aprovechando
cualquier circunstancia para activar el deseo. Físicamente casi todas
comparten, o al menos compartían antiguamente, ciertos rasgos: una melena
infinita que no pueden cortar, labios rojos y carnosos, uñas largas y pintadas,
pubis afeitado y cintura muy estrecha. Entre sus muchas practicas están los ejercicios para conseguir una cintura de
sauce, que combinados con los de flexibilidad y yoga permiten a
algunas tigresas hacerse un cunnilingus a ellas mismas.
Otra de las principales preocupaciones de estas taoístas es mantener una
buena salud y un fuerte sistema inmunológico para evitar coger enfermedades de
trasmisión sexual. Según
cuenta el libro de Lai esto se consigue mediante automasajes, la practica del kung fu, dieta especializada,
preparados a base de hierbas que curan y previenen enfermedades o ejercicios de
yoga. Hay una practica muy sencilla, al alcance de todas, que consiste en
meterse un pepino por la vagina o por la boca para prevenir infecciones. El
zumo de este vegetal es muy ácido y la mayor parte de los virus no pueden
sobrevivir en un medio con un elevado nivel de acidez.
Aunque la
felación es la actividad sexual más productiva para estas mujeres, no rechazan
otras, que practican, eso sí, en contadas ocasiones como el sexo anal, en grupo
(en el que solo puede haber una mujer) y los azotes en las nalgas, “porque
despiertan y reavivan las terminaciones nerviosas que hay en los glúteos” según
Lai. Muchas de estas discípulas
son bisexuales ya que así pueden aplazar sus encuentros con los
dragones verdes y comprender mejor lo que puede experimentar un hombre cuando
está en compañía de una mujer.
A lo largo de la
historia las tigresas blancas han sido despreciadas
por casi todas las ideologías. El taoísmo más moralista las tachó de prostitutas. El confucionismo,
patriarcal hasta la médula, consideraba a las mujeres como meros medios para
conceder hijos varones a los hombres. La revolución de Mao, en 1949, arrestó a miembros de distintos
grupos de cultos sexuales, entre ellos a Madame Lin, que pasó un
breve periodo en prisión. Mao era un líder decente y moralista e ilegalizó la
tenencia de concubinas, consortes o cortesanas para ganarse el apoyo del
pueblo, aunque esta regla no contaba para él, cosa que la mayoría no supo hasta
después de su muerte. Este rechazo general fue lo que provocó el enorme
secretismo de esta organización y la simpatía, que muchos le profesamos.