Es octubre de 2022 y la humanidad está a punto de presenciar un momento histórico. Por primera vez, un misil lanzado desde la Tierra impactará contra un asteroide
para desviarlo. Será el primer ensayo general de un nuevo sistema para
evitar que asteroides peligrosos choquen contra nuestro planeta causando
efectos catastróficos. El plan se llama AIDA y ya lo están desarrollando científicos europeos y de EEUU.
Ninguna
misión hasta la fecha ha intentado algo parecido. Se trata de acertar
en una roca de 150 metros de diámetro que pasa a una distancia de unos
11 millones de kilómetros de la Tierra. Extrapolado al mundo deportivo,
“será igual a lo que ve un futbolista que tiene que marcar desde 65
metros de distancia [más allá de medio campo] en una portería de 1,5
metros de alto en el último segundo del partido”. Así lo resume Andrés Gálvez, un ingeniero español de la Agencia Espacial Europea (ESA) que dirige parte del proyecto AIDA.
En concreto, Gálvez es el responsable de AIM, siglas inglesas de Monitorización del Impacto en un Asteroide. Su objetivo es mandar una sonda al entorno del asteroide Didymos y observar todo lo que suceda antes y después del impacto desde una distancia prudencial. Su equipo trabaja junto al proyecto DART, la otra pata de la misión para desviar el asteroide.
En este caso lo dirige el Instituto de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins
de EEUU, creado en los años 40 para desarrollar nuevo armamento durante
la II Guerra Mundial. Inspirado en el diseño de sus misiles y cohetes,
el objetivo de DART es lanzarle al asteroide una carga de 300 kilos de
peso y que viaja a 6,5 kilómetros por segundo.
Una energía equivalente a 30 bombas nucleares
“El
artefacto que hará el impacto no lleva carga explosiva, pero al
impactar a una altísima velocidad y por la enorme energía cinética
transmitida será como si la llevara", resume Gálvez. El choque sucederá
justo en uno de los puntos más cercanos del asteroide a la Tierra, lo
que significa que será observable por radares y telescopios de todo el
mundo.
Este tipo de misiones han cobrado súbito interés tras el 15 de febrero, cuando un meteorito de 20 metros de diámetro y que había pasado desapercibido a todos los sistemas de alerta actuales cayó en Rusia hiriendo
a más de 1.000 personas. El asteroide resultó ser el más potente caído
en los últimos 100 años, según la NASA, y liberó una energía equivalente a 30 bombas nucleares como la de Hiroshima.
“Con
esta misión se quiere demostrar que podemos impactar en un objetivo
determinado y medir el efecto real de ese impacto para compararlo con
nuestros cálculos teóricos”, explica Detlef Koschny, responsable del programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la ESA.
Hasta el 15 de marzo,
la ESA tiene abierto un periodo de propuestas por parte de equipos
científicos que tengan ideas para desarrollar aspectos técnicos de la
misión, especialmente los relacionados a choques en hipervelocidad, de
los cuales se tiene un conocimiento limitado.
Dydimos, un asteroide formado por dos rocas
La misión AIDA, siglas en inglés de Estudio para el Impacto y el Desvío de un Asteroide, se dirigirá contra un asteroide doble, Didymos,
formado por una roca de 800 metros de diámetro en torno a la que orbita
otra de unos 150 metros de diámetro. El plan es lanzar primero la sonda
AIM que planea Gálvez y que llegaría cerca del asteroide en agosto de
2022.
La sonda comenzaría a estudiar ambas
rocas y, en octubre de ese mismo año, se prepararía para presenciar el
impacto del cohete DART. Este llegará a una velocidad de 6,5 kilómetros
por segundo, lo que en física se conoce por hipervelocidad. Esto significa que tras el impacto hasta el metal se vuelve fluido y genera una nube de materia vaporizada.
El
impacto de DART contra la roca menor de Didymos desviará ligeramente su
órbita en torno a la roca grande. La órbita de ambas se perturbará en
aproximadamente un 1%. El efecto acumulado de ese desvío se irá sumando a
cada órbita y en pocas semanas podrá observarse con telescopios
terrestres como un cambio de la cadencia de ambas rocas, que se eclipsan
una a otra, demostrando así que es posible desviar un asteroide.
Un proyecto inspirado en la misión Don Quijote
AIDA está aún en sus primeras etapas de definición, aunque se inspira en Don Quijote,
otra misión de la ESA para investigar el desvío de un asteroide que se
aparcó por falta de presupuesto. Tanto el cohete de impacto como la
sonda de seguimiento han sido diseñadas con tecnologías existentes para
reducir los costes al mínimo.
Si
todo sale según lo planeado, AIDA inspirará un futuro sistema de
defensa ante asteroides de entre 150 y 300 metros de diámetro, explica
Koschny. “Posiblemente necesitemos impactadores más grandes para
asteroides más grandes”, reconoce el experto. En el caso de que el
asteroide peligroso tenga menos de unos 150 metros, como es el caso del
que cayó recientemente en Rusia, la solución será diferente, reconoce.
La
ESA ha comenzado a desarrollar una nueva red de telescopios para
detectar nuevos asteroides peligrosos dentro de su programa de Conocimiento del Medio Espacial
(SSA). "El dispositivo será capaz de detectar meteoritos de 40 metros
de diámetro con tres semanas de antelación". En estos casos, dice
Koschny, la solución sería “evacuar la zona de impacto y aceptar los
daños que cause el asteroide”.
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