lunes, 11 de marzo de 2013

Europa y EEUU planean desviar un asteroide disparándole un misil

Es octubre de 2022 y la humanidad está a punto de presenciar un momento histórico. Por primera vez, un misil lanzado desde la Tierra impactará contra un asteroide para desviarlo. Será el primer ensayo general de un nuevo sistema para evitar que asteroides peligrosos choquen contra nuestro planeta causando efectos catastróficos. El plan se llama AIDA y ya lo están desarrollando científicos europeos y de EEUU.


Ninguna misión hasta la fecha ha intentado algo parecido. Se trata de acertar en una roca de 150 metros de diámetro que pasa a una distancia de unos 11 millones de kilómetros de la Tierra. Extrapolado al mundo deportivo, “será igual a lo que ve un futbolista que tiene que marcar desde 65 metros de distancia [más allá de medio campo] en una portería de 1,5 metros de alto en el último segundo del partido”. Así lo resume Andrés Gálvez, un ingeniero español de la Agencia Espacial Europea (ESA) que dirige parte del proyecto AIDA

En concreto, Gálvez es el responsable de AIM, siglas inglesas de Monitorización del Impacto en un Asteroide. Su objetivo es mandar una sonda al entorno del asteroide Didymos y observar todo lo que suceda antes y después del impacto desde una distancia prudencial. Su equipo trabaja junto al proyecto DART, la otra pata de la misión para desviar el asteroide.
En este caso lo dirige el Instituto de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins de EEUU, creado en los años 40 para desarrollar nuevo armamento durante la II Guerra Mundial. Inspirado en el diseño de sus misiles y cohetes, el objetivo de DART es lanzarle al asteroide una carga de 300 kilos de peso y que viaja a 6,5 kilómetros por segundo. 

Una energía equivalente a 30 bombas nucleares

 

“El artefacto que hará el impacto no lleva carga explosiva, pero al impactar a una altísima velocidad y por la enorme energía cinética transmitida será como si la llevara", resume Gálvez. El choque sucederá justo en uno de los puntos más cercanos del asteroide a la Tierra, lo que significa que será observable por radares y telescopios de todo el mundo.

Este tipo de misiones han cobrado súbito interés tras el 15 de febrero, cuando un meteorito de 20 metros de diámetro y que había pasado desapercibido a todos los sistemas de alerta actuales cayó en Rusia hiriendo a más de 1.000 personas. El asteroide resultó ser el más potente caído en los últimos 100 años, según la NASA, y liberó una energía equivalente a 30 bombas nucleares como la de Hiroshima.

“Con esta misión se quiere demostrar que podemos impactar en un objetivo determinado y medir el efecto real de ese impacto para compararlo con nuestros cálculos teóricos”, explica Detlef Koschny, responsable del programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la ESA.

Hasta el 15 de marzo, la ESA tiene abierto un periodo de propuestas por parte de equipos científicos que tengan ideas para desarrollar aspectos técnicos de la misión, especialmente los relacionados a choques en hipervelocidad, de los cuales se tiene un conocimiento limitado.
“Es probable que haya propuestas con participación española ya que es un campo en el que tradicionalmente ha habido grandes expertos y compañías que han liderado el trabajo en este terreno a nivel mundial”, comenta Gálvez.

Dydimos, un asteroide formado por dos rocas

 

La misión AIDA, siglas en inglés de Estudio para el Impacto y el Desvío de un Asteroide, se dirigirá contra un asteroide doble, Didymos, formado por una roca de 800 metros de diámetro en torno a la que orbita otra de unos 150 metros de diámetro. El plan es lanzar primero la sonda AIM que planea Gálvez y que llegaría cerca del asteroide en agosto de 2022. 

La sonda comenzaría a estudiar ambas rocas y, en octubre de ese mismo año, se prepararía para presenciar el impacto del cohete DART. Este llegará a una velocidad de 6,5 kilómetros por segundo, lo que en física se conoce por hipervelocidad. Esto significa que tras el impacto hasta el metal se vuelve fluido y genera una nube de materia vaporizada. 

El impacto de DART contra la roca menor de Didymos desviará ligeramente su órbita en torno a la roca grande. La órbita de ambas se perturbará en aproximadamente un 1%. El efecto acumulado de ese desvío se irá sumando a cada órbita y en pocas semanas podrá observarse con telescopios terrestres como un cambio de la cadencia de ambas rocas, que se eclipsan una a otra, demostrando así que es posible desviar un asteroide.

Un proyecto inspirado en la misión Don Quijote

 

AIDA está aún en sus primeras etapas de definición, aunque se inspira en Don Quijote, otra misión de la ESA para investigar el desvío de un asteroide que se aparcó por falta de presupuesto. Tanto el cohete de impacto como la sonda de seguimiento han sido diseñadas con tecnologías existentes para reducir los costes al mínimo.
 
Si todo sale según lo planeado, AIDA inspirará un futuro sistema de defensa ante asteroides de entre 150 y 300 metros de diámetro, explica Koschny. “Posiblemente necesitemos impactadores más grandes para asteroides más grandes”, reconoce el experto. En el caso de que el asteroide peligroso tenga menos de unos 150 metros, como es el caso del que cayó recientemente en Rusia, la solución será diferente, reconoce.


La ESA ha comenzado a desarrollar una nueva red de telescopios para detectar nuevos asteroides peligrosos dentro de su programa de Conocimiento del Medio Espacial (SSA). "El dispositivo será capaz de detectar meteoritos de 40 metros de diámetro con tres semanas de antelación". En estos casos, dice Koschny, la solución sería “evacuar la zona de impacto y aceptar los daños que cause el asteroide”.

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