Científicos del Centro Harvard-Smithsoniano para
Astrofísica (CfA) han propuesto un nuevo objetivo en la incansable
búsqueda de vida fuera de la Tierra. Creen que el objetivo en el que
concentrarse para tener éxito deben ser unas estrellas particulares: las moribundas, las enanas blancas. El motivo, según los investigadores, es que resultaría mucho más fácil detectar oxígeno en la atmósfera de un planeta que gire alrededor una enana blanca
que en el caso de un mundo similar a la Tierra que orbite una estrella
parecida al Sol. Y lo que es aún más alentador: si esa vida existe, los
autores creen que podríamos detectarla dentro de la próxima década. «En la búsqueda de firmas biológicas extraterrestres, las
primeras estrellas que estudiamos deben ser enanas blancas», ha dicho
Avi Loeb, teórico en CfA y director del Instituto de Teoría y
Computación. Cuando una estrella como el Sol muere, expulsa sus capas
externas, dejando un núcleo caliente llamado enana blanca. Una típica
tiene aproximadamente el tamaño de la Tierra. Poco a poco se enfría y se
desvanece con el tiempo, pero puede retener el calor suficiente para
calentar un mundo cercano durante miles de millones de años.
Dado que una enana blanca es mucho más pequeña y más débil que el Sol, un planeta tendría que estar mucho más cerca para ser habitable con agua líquida en su superficie.
Un planeta habitable daría la vuelta de la enana blanca una vez cada 10
horas a una distancia de cerca de un millón de kilómetros. Nada que ver
con lo que conocemos aquí en la Tierra.
Pero antes de que una estrella se convierta en una enana
blanca se hincha en una gigante roja, engullendo y destruyendo los
planetas cercanos. Por lo tanto, nuestro planeta prometedor tendría que
haber llegado a la zona habitable después de que la estrella se hubiera
convertido en una enana blanca. El planeta podría formarse a partir de
restos de polvo y gas (sería lo que se llama un mundo de segunda
generación), o migrar hacia el interior desde una distancia mayor.
La abundancia de elementos pesados en la superficie de las
enanas blancas sugiere que una fracción significativa de ellas tienen
planetas rocosos. Loeb y su colega Dan Maoz, de la Universidad de Tel
Aviv, estiman que un estudio de las 500 enanas blancas más cercanas
podría detectar una o más Tierras habitables.
Un señal obvia
Según los científicos, el mejor método para encontrar
planetas es buscar un tránsito, una estrella que se oscurece cuando un
planeta en órbita cruza por delante de ella. Dado que una enana blanca
es aproximadamente del mismo tamaño que la Tierra, un planeta como el
nuestro podría bloquear una gran parte de su luz y crear una señal obvia.
Más importante aún, solo podemos estudiar las atmósferas de
los planetas en tránsito. Cuando la luz de la enana blanca brilla a
través del anillo de aire que rodea el disco silueteado del planeta, la
atmósfera absorbe parte de la luz estelar. Esto deja huellas químicas que muestran si el aire contiene vapor de agua, o incluso señales de vida, como el oxígeno.
Los astrónomos están especialmente interesados en la
búsqueda de oxígeno debido a que el oxígeno en la atmósfera de la Tierra
se repone continuamente, a través de la fotosíntesis, por la vida
vegetal. Si toda la vida cesara en la Tierra, la atmósfera perdería el
oxígeno, que se disolvería en los océanos y oxidaría la superficie. Así,
la presencia de grandes cantidades de oxígeno en la atmósfera de un
planeta lejano sería una señal de la posible presencia de vida.
El telescopio espacial James Webb de
la NASA, cuyo lanzamiento está previsto para finales de esta década,
puede ser una herramienta definitiva en la detección de los gases de
estos mundos alienígenas. Loeb y Maoz han creado un espectro sintético,
replicando lo que el telescopio sería capaz de ver si examinara un
planeta habitable orbitando una enana blanca. Descubrieron que tanto el
oxígeno y como el vapor de agua sería detectable con solo unas pocas
horas de observaciones. El James Webb «ofrece la mejor esperanza de
encontrar un planeta habitado en el futuro cercano», afirma Maoz.
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