A primera vista, poca gente incluiría los asteroides como potenciales
desastres naturales. Y, si lo son, pensarán muchos, es algo que ocurre
tan de tarde en tarde...... Hasta que un día, el 15 de febrero de 2013,
por ejemplo, una roca de unos 17 metros entra inesperadamente en la
atmósfera terrestre, estalla en el cielo y provoca centenares de heridos en la ciudad rusa de Cheliabinsk. Precisamente el mismo día pasa muy cerca del planeta otro cuerpo celeste,
ese sí vigilado y conocido. La probabilidad de tal coincidencia es
ínfima, pero ahí esta. “El de Cheliabinsk era peligroso, aunque nadie
muriera, y lo habría sido aún más si hubiera entrado con un ángulo
mayor”, explica el experto mundial Clark R. Chapman, científico del Southwest Research Institute (Boulder, EE UU).
¿Se puede hacer algo frente a esta amenaza que viene del cielo? Casi
medio centenar de expertos de todo el mundo se han reunido esta semana
en Madrid en unas jornadas de trabajo para preparar una hoja de ruta de
medidas a tomar ante el peligro l de los Objetos Cercanos a la Tierra
(NEO, en sus sigas en inglés). Su lista de medidas, tras dos días de
debates, demuestra que se puede proteger el planeta y sus habitantes,
incluso desviando la trayectoria de estos cuerpos del Sistema Solar,
lanzándoles un proyectil, explotando una bomba en su superficie, o
apartándolo poco a poco con un haz iónico. No se descarta utilizar un
misil o una explosión nuclear, aunque se trata de tecnologías militares
de difícil acceso, reconocen los expertos. Hay planes y, al menos, un
prototipo podría estar listo en menos de una década.
“Conocemos ya el 90% de los NEO de diámetro superior a un kilómetro,
son un millar y ninguno es peligroso por su trayectoria; pero solo
conocemos el 20% de los mayores de 150 metros, y de los de unos 30
metros, que pueden ser muy peligrosos, solo conocemos el 1%”, explicó
Gerhard Drolshagen, responsable del programa de NEO de la Agencia Europea del Espacio (ESA), organizadora de la reunión de Madrid junto con la empresa espacial Elecnor-Deimos como anfitriona.
“El impacto de un NEO es un desastre natural que puede ser anticipado
y evitado, a diferencia de los terremotos y las erupciones volcánicas”,
recalcó el alemán Christian Gritzner. Ante un asteroide que lleve
trayectoria de colisión con nuestro planeta, señaló, caben dos tipos de
respuesta: aceptación del impacto o no aceptación. En el primer caso hay
que estar preparados para dar la alerta y evacuar la zona, como se hace
con los huracanes. Pero para objetos muy peligrosos, se pueden
desarrollar estrategias de desvío de su curso o de destrucción en el
espacio. Todo depende, dijo, del tiempo con que se cuente para tomar
medidas, del tipo de NEO, de la órbita y velocidad que lleve... y de la
tecnología disponible para cambiar su rumbo.
El plan más factible es disparar un proyectil contra el asteroide, o
explotar una bomba en él para modificar su velocidad y desviarlo, dijo
Keith Holsable, científico de la Universidad de Washington,
recalcando que, por ahora, “las incertidumbres sobre esos métodos están
más en la respuesta del objeto al impacto que en los métodos para
deflactarlo”.
El lanzamiento al espacio de un proyectil de algunas toneladas
—dirigiéndolo hacia asteroide peligroso— es un reto asumible con la
tecnología actual, coincidieron los especialistas. De hecho, la ESA
tiene congelado un proyecto (Don Quijote) de Deimos que sería un
prototipo de esa estrategia de desvío, con el añadido de una nave de
observación que se acerque al blanco antes y después del impacto para
estudiar el efecto. De momento, explicó Andrés Gálvez, director del
programa de Estudios Generales de la ESA, “preparamos la misión Aida,
con la NASA, en la que ellos hacen el
impactador y nosotros la nave de observación”. El objetivo será un
asteroide binario Didymos, de unos 150 metros de diámetro, y se haría en
2022 con un coste de unos 120 millones de euros por parte de la ESA y
otros tantos de EE UU.
Pero no se trata solo de diseñar y lanzar los artefactos espaciales.
Los especialistas dedicaron buena parte de la reunión en Madrid a
debatir los parámetros que condicionarían el éxito de una misión de este
tipo, como la forma del NEO, su masa, si es poroso o compacto, su
rotación, etcétera. Para tener éxito en tal disparo hay que calcular
todo muy bien, incluido el efecto de los fragmentos que se pueden
originar.
“El método más adecuado para desviar un asteroide en curso de
colisión con la Tierra, depende de su tamaño y de cuánto tiempo de
antelación disponemos”, señaló Miguel Belló Mora, director de
Elecnor-Deimos. “Para NEO muy grandes, de más de un kilómetro, el método
más eficaz es usar una explosión nuclear, pero la probabilidad de una
colisión de un objeto así con la Tierra es muy remota”, dijo este
ingeniero aeronáutico. “Para la inmensa mayoría de los casos de posible
colisión con riesgo (asteroides de entre 100 metros y un kilómetro), el
método más eficaz es el impacto cinético, cuyo mejor ejemplo es el Don
Quijote. En el caso de asteroides pequeños o de que dispongamos de
muchos años para hacer el desvío, se podrían usar otros métodos como el
tractor gravitacional o el chorro de iones”.
Sobre las explosiones, los expertos abordaron incertidumbres como,
por ejemplo, si sería mejor provocarlas desde una cierta distancia, o
enviar una sonda automática de descenso a la superficie del asteroide,
perforar un agujero, colocar la carga y explotarla. Lo segundo supone
una complicación técnica notable, advirtió Holsapple. El tractor
gravitacional consistiría en situar cerca del asteroide una masa
suficiente como para, por efecto gravitatorio, desplazar el NEO. En
cuanto al chorro de iones, Claudio Bombardelli, de la Universidad Politécnica de Madrid,
explicó la idea: situar a una cierta distancia del NEO un motor que
emita un chorro de plasma y, sin tocarlo, irlo desplazando poco a poco.
Este método (como el del tractor gravitatorio) sería lento, así que
cabría aplicarlo en objetos que se viesen venir con antelación de varios
años.
Hay más ideas, varias de ellas muy atrevidas. A Juan L. Cano,
ingeniero de Elecnor-Deimos, le tocó describir al menos una docena de
sugerencias lanzadas en este mundillo de expertos en asteroides para
apartarlos o destruirlos. Enganchar un sistema de propulsión al NEO para
que se desplace; o ponerle una vela solar; dispararle con un láser para
volatizar material del propio NEO y así moverlo; utilizar un asteroide
pequeño como proyectil lanzándolo contra otro más grande; pintar el NEO
para provocar alteraciones de la absorción de energía solar y
acelerarlo, o incluso atacarlo con un cañón de antimateria para
transformar el objeto en energía, son algunos de esos métodos
alternativos y, al parecer, aún lejanos.
De regreso a la realidad más próxima, en forma de hoja de ruta para
afrontar el peligro de los asteroides, Drolshagen resumió: “Primero hay
que encontrarlos; segundo, hay que calcular la órbita de cada uno y, si
alguno de puede acercarse a la Tierra, hay que estudiarlo detalladamente
y ver si puede colisionar con nuestro planeta en los próximos cien
años”. Ante un riesgo real, “¿Qué hacer? Lo primero, establecer las
contramedidas de alerta o poner en marcha una potencial misión espacial
de mitigación”. Desde luego, estos planes tienen que ser de plena
colaboración internacional, señaló, y no solo de las agencias
espaciales, sino también de otras instancias, incluida la ONU.
La búsqueda y catalogación está en marcha, aunque queda mucho por
hacer. Los protocolos de evaluación detallada de daños potenciales están
poco formalizados. Asumiendo que un asteroide de entre 20 y 50 metros
puede generar graves daños de alcance local en una zona habitada, la
hoja de ruta incluye la elaboración de modelos que ayuden a las
autoridades a tomar decisiones sobre alertas, evacuación, protección de
infraestructuras, etcétera.
En la prevención, mucho depende, por supuesto, de la anticipación con
la que se conozca la llegada del NEO. Si es que se le ve venir. El de
Cheliabinsk el pasado febrero no se pudo ver, explican los científicos,
porque vino desde la dirección del Sol, lo que deja ciegos a los
telescopios. Una solución, señaló Cano, sería poner un telescopio en
órbita de Venus, por ejemplo, y mirando hacia la Tierra con la estrella
detrás, para cubrir esa zona ciega de vigilancia. “Los asteroides hay
que buscarlos y vigilarlos con telescopios, porque el radar solo tiene
alcance de unas cinco veces la distancia a la Luna (para un NEO de unos
500 metros), y eso da muy poco tiempo de alerta”, advirtió Drolshagen.
Tanto para mejorar la vigilancia como para preparar misiones espaciales
de defensa activa contra los NEO hace falta dinero.
¿Merece la pena? Gritzner jugó con la famosa frase de Albert
Einstein, sobre la mecánica cuántica, “Dios no juega a los dados”, para
acabar su charla con su apostilla: “¿Y a los bolos?”