Carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre. Los seis
elementos más abundantes en el cuerpo humano. Los más abundantes en las
moléculas que protagonizan la vida en la Tierra. Y los seis que el
todoterreno
Curiosity ha encontrado ahora a pocos centímetros bajo la superficie de
Marte.
El
Curiosity ha descubierto estos seis elementos en un cráter que hoy es
un desierto, pero que en un pasado remoto estuvo bañado por aguas que
tenían la acidez adecuada para albergar vida. Eran aguas con una pequeña
concentración de sales, y ni demasiado ácidas ni demasiado alcalinas
para impedir los procesos biológicos. "Si hubieran estado en el planeta
cuando había esta agua, la hubieran podido beber", declaró el 12 de
marzo John Grotzinger, director científico de la misión, al presentar
los últimos descubrimientos del Curiosity.
Dos días más tarde,
astrónomos de Canadá y de EE.UU. anunciaban el descubrimiento de agua en
la atmósfera de un planeta que orbita alrededor de la
estrella HR 8799,
a 130 años luz de la Tierra en la constelación de Pegaso. El planeta no
es apto para la vida, pero el estudio detallado de su atmósfera,
presentado en la edición electrónica de la revista Science, supone otro
paso adelante en el largo camino que han emprendido los astrónomos hacia
la detección de
vida extraterrestre.
Si hasta
hace poco la vida en otros mundos era cuestión de opinión (¿cree usted
en los extraterrestres?) o de testimonios paranormales (¿ha tenido
encuentros con extraterrestres?), desde finales del siglo XX se ha
convertido en objeto de estudio científico. Incluso se ha acuñado un
nombre para designar esta nueva disciplina científica:
astrobiología.
Y aunque el
proyecto SETI,
que intenta captar señales de vida inteligente con telescopios, no ha
encontrado por ahora ningún indicio de que pueda haber alguien más en el
universo, los descubrimientos de Marte y de HR 8799 anunciados la
semana pasada ilustran la hoja de ruta que han adoptado los científicos
para buscar vida en otros mundos.
A diferencia de SETI, que
busca civilizaciones avanzadas que se comuniquen con radiaciones
electromagnéticas como nosotros, la nueva hoja de ruta se centra en
buscar rastros químicos de vida. No habrá, por lo tanto, fotos de
humanoides con trompetas por nariz. Más bien, en el caso hipotético de
que se encuentren, formas de vida microscópica como bacterias.
En
el caso de Marte, los todoterrenos de la NASA han ido a buscar los
rastros de vida in situ. Misiones anteriores habían demostrado que el
agua bañó la superficie de Marte en la época en que ya había aparecido
vida en la Tierra, hace más de 3.000 millones de años. El
Curiosity
ha añadido ahora que esta agua líquida estaba en un entorno propicio
para la vida, con un pH adecuado y los elementos químicos
imprescindibles. "Es un entorno en el que un microbio hubiera podido
vivir y prosperar", según Grotzinger.
El todoterreno de la NASA ha demostrado que
Marte fue habitable
en algún momento de su historia, que era uno de los objetivos
principales de su misión. Pero que fuera habitable no significa
necesariamente que estuviera habitado. Sus próximos objetivos serán
encontrar moléculas orgánicas como las que forman los seres vivos en la
Tierra y reconstruir la historia geológica de Marte para precisar en qué
momento de su historia pudo albergar vida.
En el caso de
estrellas lejanas como HR 8799, la búsqueda de rastros de vida debe
hacerse desde la distancia. Los astrónomos disponen de una técnica
llamada espectroscopia para analizar la composición de astros a los que
no pueden enviar naves ni robots. Consiste en analizar la radiación que
llega del astro y buscar si presenta la firma característica de
distintos elementos y moléculas. La técnica se ha utilizado con éxito
para conocer la composición de estrellas, pero "aplicarla a la débil
radiación que nos llega de planetas extrasolares supone un reto
técnico", informa Ignasi Ribas, especialista en exoplanetas del Institut
de Ciències de l'Espai (IEEC-CSIC).
Este reto se ha superado en el caso del
planeta HR 8799c,
un gigante gaseoso mayor que Júpiter en el que se han encontrado agua y
monóxido de carbono. Estas dos moléculas, y el hecho de que sea un
planeta gaseoso con una temperatura estimada de unos mil grados, no
permiten suponer que allí haya vida. Pero, si un observador
extraterrestre analizara la atmósfera de la Tierra desde otro lugar de
la galaxia y viera que contiene oxígeno y metano, que son gases que
reaccionan químicamente entre ellos y por lo tanto desaparecen cuando
están juntos, llegaría a la conclusión de que algo tiene que estar
emitiendo alguno de estos gases a la atmósfera y podría deducir que la
Tierra está habitada. Del mismo modo, los astrónomos esperan que, si
llegan a detectar gases que reaccionan entre ellos en un planeta
extrasolar, y pueden descartar que procedan de fenómenos geológicos como
volcanes, podrán anunciar que han detectado vida extraterrestre. No la
habrán visto, pero sabrán que está ahí.
Pese a estos avances,
nadie espera encontrar vida extraterrestre a corto plazo. El Curiosity
no está diseñado para buscar pruebas directas de vida, por lo que no
llegará a aclarar si ha habido alguna vez vida en Marte. Habrá que
esperar por lo menos hasta la misión europea ExoMars, cuyo lanzamiento
está previsto para el 2018, para saber si Marte ha estado habitado.
Tampoco hay en estos momentos ningún telescopio espacial ni ningún gran
programa de observación astronómica específicamente dedicado a buscar
indicios de vida en la atmósfera de planetas lejanos.
Pero lo que
sí que hay es una hoja de ruta. Una estrategia racional de los pasos a
seguir, de los hitos técnicos que hay que superar y de adónde lleva el
camino. Y hay la esperanza de poder anunciar el descubrimiento de vida
en Marte o en otro sistema solar en algún momento de la próxima década.