miércoles, 20 de marzo de 2013

El hallazgo de vida extraterrestre mucho más cerca



Carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre. Los seis elementos más abundantes en el cuerpo humano. Los más abundantes en las moléculas que protagonizan la vida en la Tierra. Y los seis que el todoterreno Curiosity ha encontrado ahora a pocos centímetros bajo la superficie de Marte.

El Curiosity ha descubierto estos seis elementos en un cráter que hoy es un desierto, pero que en un pasado remoto estuvo bañado por aguas que tenían la acidez adecuada para albergar vida. Eran aguas con una pequeña concentración de sales, y ni demasiado ácidas ni demasiado alcalinas para impedir los procesos biológicos. "Si hubieran estado en el planeta cuando había esta agua, la hubieran podido beber", declaró el 12 de marzo John Grotzinger, director científico de la misión, al presentar los últimos descubrimientos del Curiosity.

Dos días más tarde, astrónomos de Canadá y de EE.UU. anunciaban el descubrimiento de agua en la atmósfera de un planeta que orbita alrededor de la estrella HR 8799, a 130 años luz de la Tierra en la constelación de Pegaso. El planeta no es apto para la vida, pero el estudio detallado de su atmósfera, presentado en la edición electrónica de la revista Science, supone otro paso adelante en el largo camino que han emprendido los astrónomos hacia la detección de vida extraterrestre.

Si hasta hace poco la vida en otros mundos era cuestión de opinión (¿cree usted en los extraterrestres?) o de testimonios paranormales (¿ha tenido encuentros con extraterrestres?), desde finales del siglo XX se ha convertido en objeto de estudio científico. Incluso se ha acuñado un nombre para designar esta nueva disciplina científica: astrobiología.

Y aunque el proyecto SETI, que intenta captar señales de vida inteligente con telescopios, no ha encontrado por ahora ningún indicio de que pueda haber alguien más en el universo, los descubrimientos de Marte y de HR 8799 anunciados la semana pasada ilustran la hoja de ruta que han adoptado los científicos para buscar vida en otros mundos.

A diferencia de SETI, que busca civilizaciones avanzadas que se comuniquen con radiaciones electromagnéticas como nosotros, la nueva hoja de ruta se centra en buscar rastros químicos de vida. No habrá, por lo tanto, fotos de humanoides con trompetas por nariz. Más bien, en el caso hipotético de que se encuentren, formas de vida microscópica como bacterias.

En el caso de Marte, los todoterrenos de la NASA han ido a buscar los rastros de vida in situ. Misiones anteriores habían demostrado que el agua bañó la superficie de Marte en la época en que ya había aparecido vida en la Tierra, hace más de 3.000 millones de años. El Curiosity ha añadido ahora que esta agua líquida estaba en un entorno propicio para la vida, con un pH adecuado y los elementos químicos imprescindibles. "Es un entorno en el que un microbio hubiera podido vivir y prosperar", según Grotzinger.

El todoterreno de la NASA ha demostrado que Marte fue habitable en algún momento de su historia, que era uno de los objetivos principales de su misión. Pero que fuera habitable no significa necesariamente que estuviera habitado. Sus próximos objetivos serán encontrar moléculas orgánicas como las que forman los seres vivos en la Tierra y reconstruir la historia geológica de Marte para precisar en qué momento de su historia pudo albergar vida.

En el caso de estrellas lejanas como HR 8799, la búsqueda de rastros de vida debe hacerse desde la distancia. Los astrónomos disponen de una técnica llamada espectroscopia para analizar la composición de astros a los que no pueden enviar naves ni robots. Consiste en analizar la radiación que llega del astro y buscar si presenta la firma característica de distintos elementos y moléculas. La técnica se ha utilizado con éxito para conocer la composición de estrellas, pero "aplicarla a la débil radiación que nos llega de planetas extrasolares supone un reto técnico", informa Ignasi Ribas, especialista en exoplanetas del Institut de Ciències de l'Espai (IEEC-CSIC).

Este reto se ha superado en el caso del planeta HR 8799c, un gigante gaseoso mayor que Júpiter en el que se han encontrado agua y monóxido de carbono. Estas dos moléculas, y el hecho de que sea un planeta gaseoso con una temperatura estimada de unos mil grados, no permiten suponer que allí haya vida. Pero, si un observador extraterrestre analizara la atmósfera de la Tierra desde otro lugar de la galaxia y viera que contiene oxígeno y metano, que son gases que reaccionan químicamente entre ellos y por lo tanto desaparecen cuando están juntos, llegaría a la conclusión de que algo tiene que estar emitiendo alguno de estos gases a la atmósfera y podría deducir que la Tierra está habitada. Del mismo modo, los astrónomos esperan que, si llegan a detectar gases que reaccionan entre ellos en un planeta extrasolar, y pueden descartar que procedan de fenómenos geológicos como volcanes, podrán anunciar que han detectado vida extraterrestre. No la habrán visto, pero sabrán que está ahí.

Pese a estos avances, nadie espera encontrar vida extraterrestre a corto plazo. El Curiosity no está diseñado para buscar pruebas directas de vida, por lo que no llegará a aclarar si ha habido alguna vez vida en Marte. Habrá que esperar por lo menos hasta la misión europea ExoMars, cuyo lanzamiento está previsto para el 2018, para saber si Marte ha estado habitado. Tampoco hay en estos momentos ningún telescopio espacial ni ningún gran programa de observación astronómica específicamente dedicado a buscar indicios de vida en la atmósfera de planetas lejanos.

Pero lo que sí que hay es una hoja de ruta. Una estrategia racional de los pasos a seguir, de los hitos técnicos que hay que superar y de adónde lleva el camino. Y hay la esperanza de poder anunciar el descubrimiento de vida en Marte o en otro sistema solar en algún momento de la próxima década.

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