"......La espera es tensa, los segundos se hacen interminables. Su mirada fija toda su atención en el oficial al frente de la columna de soldados. Este se aproxima al que probablemente será uno de sus últimos pasos en esta vida. La nieve se adapta a la perfección a su cuerpo, como si de un mullido colchón de plumas se tratara. Es prácticamente invisible al ojo humano, pero está ahí, agazapado, preparado para matar. La máscara que cubre su rostro le da un aspecto casi espectral, es la mismísima faz de la muerte. Su dedo índice acaricia con sutileza el gatillo de acero de su fiel y preciso fusil. Como si de un macabro ritual se tratara, esta a punto de iniciar la letal secuencia de movimientos. No fallará, una vez más no lo hará, lo sabe. El corazón le late lentamente, impávido, como si no fuera con él. La nieve se funde lentamente en su boca mientras aguanta la respiración. La nevada no cesa, no da tregua alguna. El aire que resopla entre los árboles corta como un cuchillo afilado y el frío hiela la sangre. Uno, dos, tres… y el teniente del Ejército Soviético yace inerte para siempre sobre la nieve teñida de rojo, un gran trozo de su cráneo ha desaparecido. La “Muerte Blanca” ha cumplido inexorablemente con su terrible cometido una vez más. No será ni muchísimo menos el último. Habrá más, muchos más".
Esta ficticia recreación que me he permitido la licencia de imaginar para vosotros, fue en mayor o menor medida una realidad allá por el invierno de 1939 en Finlandia. La protagonizó un pequeño, medía 1,52m, pero gran hombre llamado Simo Häyhä. Un héroe para todos los fineses y con una historia realmente apasionante que vamos a desgranar brevemente.
Centrándonos un poco en el entorno sociopolítico de nuestra historia, nos encontramos a finales de 1939. La URSS, gobernada entonces por Joseph Stalin, llevaba meses intentado negociar, más bien presionar, a Finlandia para que su frontera se retrasara y aparte se permitiera asentar en su territorio una base naval en la península de Hanko. Todo esto a cambio de unos territorios en Carelia. A lo que el gobierno finlandés se negó en rotundo. A esta situación se llegó porque los soviéticos, analizando los movimientos prebélicos nazis, se percataron de que al encontrarse la frontera finlandesa a tan solo treinta y dos kilómetros de Leningrado, cabía la posibilidad de que los alemanes se posicionaran realmente cerca de sus territorios. Y ese era un lujo que no se podían permitir dadas las circunstancias de ese momento. La Unión Soviética declaró entonces que el Pacto de no-agresión de 1934 entre ambas naciones no seguía vigente y el 30 de noviembre atacó a Finlandia con veintitrés divisiones y cuatrocientos cincuenta mil hombres. Lo que a priori iba a ser un paseo militar se convirtió en una verdadera pesadilla y en gran medida fue gracias a Simo Häyhä y que el General Invierno esta vez actuó en su contra.
Nuestro personaje nació en Rautjärvi, Finlandia, en 1905. Su vida es la típica de una humilde familia de granjeros, cuidar del ganado, cultivar la tierra y la caza de subsistencia. Cuando cumple los diecisiete años y como todo buen ciudadano finés comienza el servicio militar, destacando por su puntería y demostrando una técnica depuradísima a la hora de acertar en los blancos. Pasados los años y una vez que ya estaba en la reserva tuvo que usar su talento y de que manera.
Como hemos reseñado anteriormente, la invasión de Finlandia se produce a finales de noviembre. Las temperaturas oscilaban entre los -20º y -40º centígrados, el frío era realmente aterrador, incluso para las supuestamente adaptadas tropas soviéticas. Finlandia sólo había podido reclutar a 180 000 hombres, pero estos se entrenaron duramente en tácticas de guerrilla, utilizando esquíes y equipos ligeros para desplazarse a gran velocidad por los nevados terrenos. El mando finés estudió con detenimiento la topografía del futuro campo de batalla y se confeccionaron trajes de camuflaje que resultaron realmente eficientes. Las tropas se convirtieron en casi invisibles al ojo humano. Otro artefacto que se utilizó fue una bomba casera utilizada con éxito en la Guerra Civil Española, que en este conflicto sería bautizada como cóctel Molotov. Conscientes de su inferioridad numérica, los fineses no se atrevieron a enfrentarse a los invasores soviéticos a campo abierto, eso sería un suicidio, sino que atacaron a los grupos enemigos aislados e hicieron de los canales de abastecimiento enemigos sus principales objetivos. En estos grupos aislados destacaban los francotiradores, los cuales causaban el terror entre las filas soviéticas, con Simo Häyhä a la cabeza como arma más mortífera.
La arrogancia e incompetencia de los oficiales soviéticos fue un factor determinante en la Guerra de Invierno. Muchos de ellos habían conseguido sus cargos simplemente por motivos políticos, conexiones y pertenencia al Partido, y no por sus cualidades militares. Algunos de estos nuevos comandantes seguían las ya obsoletas tácticas de combate de la I Guerra Mundial. Carentes de iniciativa, en numerosas ocasiones sufrieron grandes pérdidas al no retirarse de posiciones donde el sentido común indicaba lo contrario, solo por miedo a los oficiales políticos. Se estima que el 80% de los comandantes del Ejército Rojo fueron reemplazados durante la Gran Purga. Joseph Stalin se las gastaba así.
Como muestra de lo que se creía que sería la campaña por parte soviética, hay numerosos testimonios que aseguran que había entre los ejércitos rusos, para anticipar la celebración de la rápida victoria, ¡¡¡bandas de música!!! También aseguran que los soldados avanzaban despreocupados por el frente, cantando el himno nacional soviético, sin preocuparse por la resistencia finlandesa.
El Ejército Rojo, en contra de lo que podría parecer, no estaba bien equipado para la guerra en invierno, especialmente en los densos bosques. Muchos de los vehículos utilizados no habían sido probados a temperaturas extremas. De esta manera, tuvo que mantenerse a los vehículos encendidos las 24 horas del día, para evitar que el combustible se congelara en el motor. En definitiva, un completo desastre.
Simo, a la edad de 34 años, comienza a llevar a la práctica y en todo su esplendor sus “especiales” cualidades. Su arma favorita era una variante finlandesa del fusil Mosin-Nagat soviético, lo que son las cosas, el M28 Pystykorva. Disparaba sin mira telescópica aunque parezca increíble dado el número de bajas que causó. Esto era para evitar reflejos del sol en la lente y así no delatar su posición al enemigo. Añadir que con las extremas temperaturas que estaban sufriendo, las miras se empañaban y se volvían extremadamente frágiles.
Häyhä se convirtió en un cazador implacable. En la campaña del río Kollaa, las víctimas caían a diario a manos de Simo. Las tropas rusas pertenecían a la 156 División, eran unos cuatro mil hombres, carros de combate y artillería pesada. Frente a ellos un pelotón de solo treinta y dos finlandeses y entre ellos Simo Häyhä. Atacaban sobre todo por la noche. Esto obligó a los soviéticos a ralentizar el avance, hacer trincheras, puestos de vigilancia etc. Los ataques eran fugaces. Intentaba disparar siempre a menos de 400 metros, desde lugares altos. No hacia movimientos bruscos, intentaba camuflarse con la nieve. Siempre buscaba al mando de mayor graduación. Para ello observaba lo que hacían, si daban órdenes, hablaban con operadores de radio o eran tan necios de llevar a la vista los distintivos de su uniforme. Una vez que comenzaba el ritual, sus compañeros sabían que la muerte se aproximaba a velocidad de vértigo. Compactaba la nieve que tenía delante para evitar que se levantara a la hora de realizar el disparo. También se introducía nieve en la boca para evitar el vaho de su aliento. El objetivo era la cabeza de su enemigo. Este pasaba de la vida a la muerte en un mísero instante. La moral de las tropas rusas estaba por los suelos. Cuando se retiraron, dejaron sobre la nieve a más de 300 muertos. Por parte finlandesa quedaban tan solo cuatro soldados. Estos hechos se bautizaron como “el Milagro de Korallaa”.
El miedo se instaló en las filas del ejército rojo. Los soviéticos le apodaron "Belaya Smert", la Muerte Blanca. Solo leer el apodo hace que nos recorra un escalofrío.
Los soviéticos hicieron de todo para intentar acabar con La Muerte Blanca. Llegaron francotiradores de elite a la zona, se le atacó con artillería y siempre se escabullía como si de un espectro se tratara. Pero el 6 de marzo de 1940 y a una semana del fin del conflicto armado, Häyhä fue herido en la cara por una bala rebotada. Probablemente el disparo incluso se realizó al azar. Simo fue auxiliado por sus compañeros, que lo encontraron tumbado sobre la nieve y con media cara destrozada por el impacto. A la semana recuperó la consciencia, el mismo día en que la Guerra de Invierno se daba por finalizada. Posteriormente fue ascendido de cabo a segundo teniente y retirado del servicio por las heridas.
El final de la Guerra de Invierno se saldó con veinticinco mil fallecidos por parte Finlandesa y unos doscientos setenta mil soldados soviéticos quedaron en el campo de batalla para siempre. Unas cifras terribles para una guerra de tan solo cien días y en la que la URSS finalmente consiguió anexionarse unos territorios básicos estratégicamente para la guerra que se venía encima y que tanto dolor y destrucción dejó en todo el planeta.
Simo Häyhä tardó años en recuperarse de su herida, la bala había atravesado su mandíbula y le había destrozado la mejilla izquierda. Tras la Segunda Guerra Mundial se dedicó a la caza y a la cría de perros. Con su fusil alcanzó la espectacular cifra oficial de 505 soldados abatidos. La extraoficial llega a los 542 y solo en ¡¡¡cien días!!! Llevó a su máxima expresión el primer mandamiento de todo sniper, “un disparo, un muerto” (One shot-one kill). Aparte de las bajas que causó con su fusil, hay que añadir las que acreditó con el sub-fusil Suomi-konepistooli, que ascendieron ni más ni menos que a doscientas. Esto nos da la terrible cifra total de setecientos cuarenta y dos enemigos abatidos. La cifra deja sin palabras.
Cuando en 1998 se le preguntó cómo llegó a ser tan buen tirador, simplemente contestó que "practicando". Sobre su record de muertes, decía que "Hice lo que se me ordenó lo mejor que pude". Murió el 1 de abril de 2002 a los 97 años de edad, siendo un verdadero héroe para todos los finlandeses. Simo Häyhä, La Muerte Blanca.